El nuevo álbum de Ana Guerra, ‘Sin Final‘, ha tenido un ídem bastante más drástico del que, creo, ella misma esperaba. Después de una muy discreta entrada al #22 de la lista de álbumes, pasa su segunda semana fuera del top100. Unas cifras malas incluso considerando el desarrollo de su anterior álbum, ‘La Luz Del Martes’, que bien es cierto que sólo pasó tres semanas en lista, pero al menos fue capaz de debutar con algo más de fuerza en el #4. Recordemos que en este país una entrada fuera del top10 en un estreno mínimamente popular es ya señal de alarma, considerando las cifras que maneja nuestro mercado.

Evidentemente, el desgaste de la popularidad de Ana desde ‘Operación Triunfo‘ es un hecho indiscutible. Es más, en el momento de salida de ‘Ni La Hora’, yo ya hablé de que sería el primer juguete roto de la edición: aquel tema no auguraba nada bueno. Pero Ana hizo algo inteligente, aunque arriesgado. Se desvinculó de la artista que pretendían crear para llevar a cabo un proyecto propio, más melódico y menos destinado a triunfar en la tabla de singles.

El problema es que ese cambio tenía que ser percibido como algo a mejor. El mensaje que tenía que haberse lanzado al público y a los medios es el de “estos son mis logros, estas son mis decisiones”, pero al final se ha desdibujado y la promo de Ana se ha quedado más en un tono de cosas que no hizo o le quedaron por hacer.

Guerra ha dado bastantes entrevistas para promocionar ‘Sin Final’. De ellas, lo más popular en medios y redes ha sido dos cosas que no hizo: no aceptó ‘SloMo‘ y rechazó un segundo álbum de música urbana. Ese segundo punto tenía interés recalcarlo durante la promo de ‘La Luz Del Martes’, pero ahora debía haber sido transformado más bien en un “en mi segundo álbum viré a” más que en un “rechacé no se qué”. El tono es importante. Lo de ‘SloMo‘ no le beneficia, porque, aunque tiene todo el sentido que la rechazara y no sea una gran canción per se, la gente puede quedarse con la sensación de “menudo ojo, hija mía”. Y se ha hablado en demasiados lugares de eso. Más que del propio álbum.

También porque el problema de ‘Sin Final’ es que, como disco, ¿qué dices de él? Lo mejor que puede decirse es lo que ya he dicho: que Ana ha sido coherente y ha sido determinada. Ha creído en su idea, lo que pasa que su idea era algo bastante anodino y, para evitar la palabra ‘mediocre‘ que igual no es la que debe, algo “del montón”. Del montón bueno, que diría Emilio. Pero ha firmado un álbum que es tan agradable de escuchar como es inofensivo. Ni molesta, ni engancha. Que en el fondo, es el perfil que siempre describía Ana de forma inconsciente.

A ‘Sin Final’ no parece ir a quedarle mucha promo por delante, supongo, pero menos mal: como le dieran dos entrevistas más acabaría hablando de cuando rechazó ‘A Un Paso De La Luna’. Si la posibilidad de una tercer álbum llega a colocársele sobre la mesa, lo primordial sería cambiar el foco del mensaje que cala en el público. Que no quede como “la chica que pudo hacer esto, pero no lo hizo”.

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