Cuando se estrenaba el documental de Aitana para Netflix, Metamorfosis, me pregunté cuál era realmente el objetivo de mostrarla en medio del estercolero que la rodea en cuanto a relaciones personales y profesionales. Para qué el sacrificio de imagen de todo el que la rodea de cara a, en teoría, reforzar la suya, que no estaba necesitada de ningún refuerzo. Todo cobra sentido con la publicación de su cuarto trabajo discográfico, Cuarto Azul, que justifica en clave Taylor Swift el motivo del documental.


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Aitana ha pasado, pasito a pasito, a escribir canciones cada vez más personales, autorreferenciales e íntimas. Como Swift, se desnuda en los temas de una manera en la que aparentemente no lo hace en medios. Y como Swift, aunque todo puede entenderse sin contexto, se disfruta mucho más con él. Cuarto Azul es el disco de Aitana en el que la cantante da pie a sus seguidores a suponer y teorizar con cada verso de cada canción. La experiencia, con el apoyo de sus redes sociales y sobre todo el contenido de Metamorfosis, resulta mucho más gratificante como seguidor.

Porque desde fuera, sin dejarse llevar por el universo de la cantante, se trata de otro disco juvenil post-ruptura en la que Aitana pasa por diferentes fases de ánimo, aunque esencialmente por la melancolía y el despecho. Pero desde dentro, observando su universo por el agujerito que Netflix le ha hecho a su muro de estrella del pop, el disco habla de Yatra, de Bernardeau, de sus agobios, su padre, sus ganas de salir de ahí e ir a ninguna parte. Un poco como ocurre en general con su carrera.

Aitana lleva años sin saber dónde ir. Con la suerte de que sus fans la han seguido como a mamá pato por sus aventuras faux-punkpop, su latino melódico, su faux-dancenoventero… cada disco un concepto que no era tal hasta que ha decidido que al cuarto intento iba a dejarse de hostias: Aitana se marca un álbum pop, porque es en el pop, sin mayores intenciones, donde mejor se maneja.

Y así, contagiados de sus mensajes anímico-amorosos y con el foco puesto en que su estilo sea un pop sin mayores pretensiones, Aitana brilla por momentos más y por momentos menos. Buscaba un hit con 6 De Febrero, y un hit dejó. El dreampop con bien de sintes, la letra sacada del diario de alguien tan joven como sus seguidoras, un estribillo tierno, cantable y la firma telenovelesca de Rengifo y Torres, que sí, vuelven a aparecer en créditos, aunque de forma más comedida.

Aitana gusta más a sus fans en el ochentero dulzón, aunque le dejaron a deber un hit con Segundo Intento, posiblemente la canción pop mejor ejecutada de todo el disco, producida por un Nico Cotton que parecía tener ganas de devolver a Aitana a tener más sangre en las venas. Suya es también Trankis, que muestra un luto post-ruptura de malos tragos saliendo con amigos.

En Cuarto Azul, las formas de Aitana de lidiar con el desamor pasan de una noche de pseudo-fiesta; a buscar flings en la divertida Superestrella —en la que se toma con humor su status de popstar—; jugar en la más dance-popEx Ex Ex‘; a reivindicarse en Lia, coescrita junto a Sebastián Yatra (una relación cada vez más confusa, esta), en la que busca pasar página con un ritmo uptempo y hacer valer todo lo que la hace poderosa.

En el resto del trabajo, a Aitana se le hace más bola pasar página: en Desde Que Ya No Hablamos echa en falta las conversaciones de pareja en un tema con estribillo que nos retrotrae a la Dido de No Angel; en Cuando Hables Con Él el telenoveleo toca techo cuando habla de un amor pasado —volvemos al juego de pistas— con una canción que evoca grandes clásicos del pop español; y en ¿Para Qué Volver? Ela Taubert reconvierte Love Yourself de Justin Bieber en otro tema pop de lágrimas en las páginas de un cuaderno al lado de la cama.

Aitana trata también algún tema más: la presión mediático-social en ‘La Chica Perfecta‘, un tema con Fangoria más oscuro y contundente que alguna pista da de por dónde le convendría tirar; o la ausencia de su abuelo en Música En El Cielo, un corte más etéreo, de influencias Rosalía, en el que aprovecha también para hablar de su miedo a la muerte. Otro topic que se desarrolló en la emisión de Metamorfosis.

Sin embargo, hay algo que se vio en aquel documental que también se deja sentir en el disco: la Aitana que va por la vida en piloto automático. A pesar de lo acertado de las producciones y melodías, lo que se echa en falta en Cuarto Azul es que ella ponga la carne en el asador a nivel vocal.

Apenas hay emoción, ni cuando en el tema que da título al disco se rebela contra todo su mundo y busca refugio; ni en los coqueteos juguetones de Conexión Psíquica o Sentimiento Natural… la impresión es que Aitana está en un punto en el que sea un momento sexy —ya lo vimos en el Gran Vía de Quevedo— o esté en un mood de desamor —en Hoy Es Tu Cumpleaños la entrada de Danny Ocean rompe la dinámica de una Aitana adormecida—, el tono es exactamente el mismo.

Cuarto Azul tiene un puñado de buenas ideas, un planteamiento que se demuestra eficaz en el pop, pero está falto de una artista que salga y se revuelque en el césped colina abajo. Cierra con el tema junto a Fangoria, que precisamente explica que está deseosa de salirse del molde. Pero en este disco, lo que más pesa es precisamente lo encorsetado de su voz —una moda, la de este mood de no molestar al oyente con ninguna sorpresa vocal, muy impuesta en el pop actual—.

Los mensajes de cada uno de los temas ya los desarrolló con más verdad en Metamorfosis. Esto acaba pareciendo la versión audiolibro con buenas intenciones y mucho sintetizador.


6.5

Temas destacados: Lia; Segundo Intento; Desde Que Ya No Hablamos.

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