Rosa López ha dado una entrevista a la Revista Semana en la que, después de años y años de agonía vocal, ha confirmado tiene problemas de oído que le afectan a la afinación.

“En una revisión rutinaria me enteré de la pérdida de medios y agudos de mi oído derecho, que provocaba problemas en la afinación y que mis frustraciones fueran en aumento. Nunca he compartido este sentimiento, pero no puedo ser yo misma si no lo acepto y lo afronto. Me provocaba un gran sufrimiento recordar momentos del pasado cuando todo estaba bien. Sobre todo en los conciertos y pruebas de sonido porque no sabía qué me pasaba.”

Está bien comprobar que Rosa se ha dejado por fin de hostias, hablando mal y pronto, y ha dejado de vender la moto de que se quedó sin voz después de que en la gira de Operación Triunfo le inyectaran “un líquido azul” para poder continuar. Es decir, nadie duda de que posiblemente le chutaran adrenalina y/o corticoides para poder reducir la inflamación de unas cuerdas vocales que sin duda estarían fastidiadas y seguir adelante con el show, pero los años siguientes a aquel tour Rosa siguió cantando con solvencia.

La cuestión es que, claro, Rosa lleva más de un lustro con problemas de afinación. Grandes problemas de afinación, no pequeños. Y no parece que esté haciendo demasiado por ponerles solución. Existen artistas con problemas de audición en determinados rangos que utilizan audífonos para poder escucharlos mejor, por ejemplo. También podría ejercitar las notas que quizá no escucha bien pero puede aprender a posicionar vocalmente… el problema de Rosa es que tampoco ha tenido unas rutinas vocales y una técnica especialmente buenas. Llegó a decirle a otra artista en un programa de La 1 que ella “no hacía calentamiento, que para qué…”. Y así salió su actuación, claro. Aplíquese a los últimos años y eso explicaría mucho de la situación de Rosa.

Finalmente, me hace gracia que aproveche en la entrevista para cargar contra el público —o los medios— que han sido críticos con sus actuaciones, diciendo que “está sometida a un mundo en el que todos opinan y todos son maestros de todo”. No, Rosa amor, es que yo puedo ser pianista, pero si pierdo tres dedos de una mano, tendré que ingeniármelas muy mucho para continuar con mi trabajo a la altura de un contrato público a cambio de miles de euros. O dedicarme a la poesía, en su defecto, de ahí en adelante.

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