¿Alguna vez habéis soñado con montar un desayuno continental en vuestro jardín mientras todos vuestros amigos llevan una toallas en el pelo y os vestís con albornoces, rollo Hollywood star system en una mañana de primavera? Si es así, pues no sé, chica, hacéoslo mirar. Es decir, hay muchos sueños que cumplir en la vida como para que este haya sido un pensamiento que os haya pasado por la cabeza. ¿No preferiríais marcaros una escapadita de un finde a Praga por el mismo precio que iba a costaros montar ese paripé? Pensadlo. O a un spa de Torrelodones. Lo mismo da, pero buscad planes. O cambiad de amigos. Hay unos talleres estupendos de bisutería con pasta por las tardes donde conseguir nuevas relaciones.
Explicado lo cual, algo esencial para no entender nada del actual post que estamos escribiendo, pasemos a hablar del nuevo vídeo de Rigoberta Bandini, ‘Julio Iglesias’, donde este sueño se hace realidad. Pero claro, ella es una estrella del pop, no una señora que como nosotros, seres mundanos, hagamos una jornada partida en un Aldi. Estéticamente queda distinto que ella lo haga. No es clasismo, es ubicación. De modo que Rigoberta arranca el vídeo entre ensaimadas, gafas de sol y toallas buenísimas enrolladas a la cabeza. Y mientras suenan los primeros compases de ‘Julio Iglesias‘, el espíritu nostálgico del tema lo invade todo. Gracias, en parte, a ese efecto Super 8 que le han metido a la grabación. Que lo mismo, de no ser por eso, hubieran parecido una panda de gente extraña en un merendero. Pero la nostalgia le pone solución a todo.
♫ podéis escuchar este y otro puñado de hits en nuestro a-list de spotify ♫
Y después, cuando ya ha arrancado su momento ABBA, cuando ya uno se pone a hacer de Raffaella en el estribillo, cuando le explota, explota le expló el punto álgido de la canción, los amigos de Rigoberta lucen más los de ‘Amo A Laura’, aquella campaña de MTV que montó Guille Milkyway hace 7.600 años. Y como compañeros de cataquesis, los de ‘Julio Iglesias’ se lo pasan pipa coreografiados entre el césped, fingiendo tener alguna idea de cómo se juega al golf y dados de la mano de un pasado que suena muy presente.
Y nosotros, para cuando llegamos al tercer estribillo, ya tenemos el cuello dislocado por los golpes de melena. Y es ahora cuando nos vendría de lujo la toalla, el albornoz y una visita a un spa. ¿Veis? El karma.