Parece que las cosas van a cambiar en RTVE de cara a Eurovisión, y la verdad, tras más de una década de fiascos casi consecutivos, ya era hora. Desde 2010, España sólo ha quedado por encima del #20 del Festival en dos ocasiones: los #10 de Pastora Soler y Ruth Lorenzo en 2012 y 2014. Siete años consecutivos entre los últimos puestos del marcador. Es para mirárselo.
Y parece que se lo van a mirar, porque en Enero arrancará la nueva era del Festival de Benidorm, con el que la cadena pública espera conseguir representantes de mejor calibre para Eurovisión, combinando artistas consagrados con la presencia de nuevas caras.
¿Coincidimos todos en que es más que probable que sea un despropósito el primer año? Pues la verdad es que sí, pero también quizá en que deberíamos darle un margen de mejora al formato para que vaya asentándose entre el público.
Y es que no son pocos los retos que el nuevo ‘Festival de Benidorm’ -el nombre aún está por decidir- tiene por delante. Estos son algunos de los que nos han venido a la cabeza.
La caspa y la pandereta
Creemos que es el más esencial de todos ellos: el nuevo Festival de Benidorm no debe recordar en absoluto al concepto de Festival de Benidorm que el público tiene. Complicado ya de raíz, habiendo elegido la misma ciudad para llevarlo a cabo. Benidorm no tiene, así de primeras, una imagen fresca y moderna. Pero quizá una producción que sí lo sea pueda llevar a un cambio en los prejuicios de la audiencia.
Por tanto, RTVE tendría que prescindir de todo lo que lleve a la gente a pensar en galas de la cadena -especialmente las preselecciones de lo últimos años-, algo que se le antoja complicado. Porque recordemos que la gala de elección de tema de Blas Cantó estaba concebida como algo ágil y moderno y terminó siendo una de las mayores chapuzas recientes de la pública.
Los perfiles manidos
Para cambiar la percepción de la audiencia, el apoyo de las discográficas es esencial. Un casting decente y un esfuerzo de RTVE por convencer a artistas populares de que acudir allí supone una proposición digna. Si la gala se llena de ex-concursantes de ‘OT’ sin otro pito que tocar, artistas de un reality show de hace doce años, cantantes que han intentado representarnos en varias ocasiones y un puñado de propuestas sin pies ni cabeza, nada de esto tendrá sentido.
Lo que nos lleva, por ejemplo, a la preselección de 2017 -sí, aquella terrorífica de Manel Navarro-: el resto de propuestas eran un despropósito, siendo la fan-favourite de Mirela la más llevadera por lo petardo. Pero aún así, era una canción anacrónica.
RTVE tiene que conseguir perfiles sorprendentes para la audiencia, atrevidos, conocidos si puede ser, pero no prostituidos por la televisión. Un ejemplo más o menos reciente: la participación de La Casa Azul en 2008. Sí, ‘La Revolución Sexual’ pudo habernos representado, pero elegimos a Chikilicuatre. Si una persona no puede tener teléfono… ya sabéis.
La representación diversa y realista
El Festival de Benidorm no puede componerse de canciones salida de algún cajón sueco y propuestas de sonido Vale Music. Ha de ser reflejo de la industria española, cosa que rara vez son nuestros representantes. RTVE lo intentó en 2018, cuando un puñado de autores conocidos dieron forma a las canciones de ‘Operación Triunfo’, pero lo que deben lograr ahora es que Rozalén no sólo componga, sino que se presente.
Y como ella, otros rostros conocidos o no del panorama musical. Con canciones que el público realmente pudiera consumir y que los representen como artistas. De nada sirve que Soraya lleve ‘La Noche Es Para Mi’ con sonidos balcánicos. O que llevemos a Edurne con una suecada épica. O a Barei sonando a producción del Reino Unido. La propuesta española no tiene que ser flamenco, paella y toros, ni tirar de tópicos, pero sí debería representar el consumo del país.
Y en un país en que se se consume reguetón, pop-rock, rock alternativo, flamenco, trap, folk… será por opciones a barajar. Después habrá que intentar hacer de la propuesta un hit que el público reconozca, entienda y por el que apuesta.
Y ahí RTVE necesitará también la ayuda del resto de la industria. No les carguemos a ellos con todo.