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De nuevo, Taylor Swift coloca la diana y su fanbase se encarga de los disparos

De nuevo, Taylor Swift coloca la diana y su fanbase se encarga de los disparos

Taylor Swift se encuentra en medio de la polémica por la venta de sus masters a Scooter Braun, quedándose ella sin el control de los derechos de las canciones de 6 discos. Hasta aquí, una queja de la artista a través de redes sociales hubiera sido comprensible. Pero como suele ocurrir con Swift y su universo, lo que podía haber servido para reclamar derechos justos para autores y productores, se ha terminado convirtiendo en una narrativa con ella como protagonista y víctima. Un papel que la artista lleva exprimiendo desde aquel infame episodio, hace ya una década, cuando Kanye West le quitó los focos en su gran momento en los VMA.

Desde aquel momento, Taylor Swift se ha visto envuelta en más dramas que cualquier otra estrella del pop, y generalmente, todos ellos han involucrado a una segunda persona popular, que ha ejercido el papel de verdugo. Nicki Minaj, Katy Perry, Harry Styles, Justin Bieber, Kim Kardashian, Demi Lovato… una lista de nombres que va más allá si tenemos en cuenta disputas en menor medida, pero que tiene siempre el papel de alguien que se encarga de hacerle la vida imposible a Swift. Una Swift que, hoy está de nuevo probado, tiene a los medios comiendo de su mano.

A la lista se suma ahora Scooter Braun, aunque curiosamente el vendedor de los temas, Scott Borchetta está recibiendo menos quejas, y el padre de Swift, conocedor de cada movimiento en la venta, prácticamente ninguna.

 

Su nuevo álbum, ‘Lover’, prometía un cambio de rumbo

Después de la oscuridad de ‘Reputation’, un álbum que le hizo perder más de 7 millones de seguidores respecto al anterior, Taylor Swift anunciaba que podría volver a escribir «música normal». Su disco actual prometía colorido, buen rollo y un espíritu de celebración que, sin embargo, ha vuelto a verse empañado por el drama.

[perfectpullquote align=»left» bordertop=»false» cite=»» link=»» color=»» class=»» size=»»]«Si el drama toma el control, el público se aleja: gran parte es ajeno al contexto de sus polémicas.»[/perfectpullquote]

Un drama que cada vez está más por encima de lo estrictamente musical. Si ‘Reputation’ no funcionó como era esperado, su single ‘Me!’ lo ha hecho aún menos: 800 millones de visualizaciones por debajo de ‘Look What You Made Me Do’, bastante menos de la mitad de reproducciones en Spotify… su nuevo tema, ‘You Need To Calm Down’, también en medio de polémica por el repentino posicionamiento LGTB+ de la artista, ya está fuera del top10 del Spotify americano y del top40 de Apple Music, mientras su vídeo marca 64 millones de visualizaciones. Lo que ‘Look’ hizo en apenas día y medio.

De nuevo, y lo avisábamos con el disco anterior, si el drama toma el control, el público se aleja: no todo el mundo entiende el contexto de polémicas de Swift.

 

El movimiento anti bullying que termina provocándolo

El aparente buenrollismo de Swift se ha roto con la publicación de la noticia, y de nuevo, con la aparición de nuevos villanos: Scooter Braun, por motivos obvios, Justin Bieber, por un perdón público que desembocaba en una acusación a la artista de tratar de resolver todos sus problemas en público, y Demi Lovato, que se posicionaba en favor de su manager, y pedía después que se pararan los mensajes de odio.

Swift no ha tenido tiempo para pedir calma a un fanbase que, entre otras lindezas, ha llamado a Lovato «mala gente», «drogadicta», «acabada» o «loca» en las últimas horas, pocos meses después de que la artista sufriera una sobredosis y a sabiendas de que sufre problemas de estabilidad mental. No ha tenido tiempo para detener el acoso de sus seguidores a la artista, pero sí para retuitear a Halsey o Katy Perry, que se han posicionado de su favor.

[perfectpullquote align=»right» bordertop=»false» cite=»» link=»» color=»» class=»» size=»»]«Swift no tiene tiempo para pedir calma a su fanbase, pero sí para hablar de el bullying que ella recibe.»[/perfectpullquote]

Una Katy Perry que, recordemos, fue verdugo de Swift durante años, hasta que decidió pedir su perdón. Y eso que Swift se había encargado de publicitar su desencuentro vía ‘Bad Blood’, un vídeo que detallaba su batalla y que situó a la de ‘Swish Swish’ en medio de una vorágine de insultos y desprecios. De nuevo, Taylor ha tenido tiempo para ver la paja en el ojo ajeno, recuperando sus quejas sobre el vídeo que Kanye West hizo en ‘Famous’ -y del que ella, amén de otro montón de famosos, era protagonista-, pero no para hacer la mínima autocrítica o pedir control a su alrededor.

 

El ‘Sálvame’ del universo musical

Taylor Swift ha terminado convirtiéndose en un auténtico culebrón, en el que la música es ya más un combustible para el drama que una banda sonora en su carrera. Lo importante cada vez es más a quién le dedica la canción que lo que esta pueda decir. Sirve el fuego, sirve la creación de narrativas que sostengan su personaje de niña buena que es tratada como un trapo. Porque nadie se atreve a explicar que ella también lo hace con el resto.

A su alrededor, palmeros con ganas de titulares: Todrick Hall, mano derecha de RuPaul, ha corrido a catalogar a Braun de «homófobo», aunque se dio menos prisa en corregir a su mentor cuando hizo varios feos a la comunidad trans. Joseph Khan, director fetiche de Swift, ha salido a explicar lo mala persona que es Justin Bieber por haberse mofado de Swift cuando la llamada de Kim K. Khan era el director de ‘Bad Blood‘, el vídeo que dejaba en un fantástico lugar a Katy Perry. Khan, que hizo comentarios racistas -y ciertamente homofóbicos- hacia BTS, amén de publicar varios tuits islamófobos. Lo que es acusar a alguien de tener la casa sin barrera, teniendo la suya hecha unos zorros.

De modo que al final, desde hace 10 años, la carrera de Swift ha quedado desdibujada por las polémicas. Al menos, ‘Reputation’ nos dejó algo: no todo el mundo pasa ya por el aro de una artista que, francamente, cada vez engaña menos con sus narrativas.

Una pena, porque en el mensaje de fondo podría haber tenido un filón para pelear por los derechos de autor.

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