Y San Seacabó: el Melodifestivalen finiquita sus posibilidades de ganador con la quinta semifinal, de la que salen no solo los finalistas directos, sino también los repescados. Algo nos dice que el sistema de repesca volverá a cambiar de cara a 2025. Os explicamos por qué durante el análisis.

Resultados de la gala


Directos a la final


Marcus & Martinus parecen tener hecho este Melodifestivalen, pero con ellos Suecia parece dispuesta a jugar mucha carta a la puesta en escena y poca carta a una canción bien edificada. Todo el proyecto luce un tanto 21 puntos de televoto, principalmente porque aunque es cierto que visualmente el momento ‘Matrix‘ y el caos tecnológico es muy atractivo e inmediato, tampoco es un recurso especialmente sorprendente ni memorable. Como la canción en sí. Todo muy bien coreografiado, pero nos apetecía un bop más conciso.

Medina llevaban la propuesta que, de quedar segunda en la final, llevará a los suecos a pasarse unos meses diciendo algo parecido a “¿veis? teníamos que haber llevado ‘Lo Malo'”. El Melfest siempre tiene la verbena de turno, pero en esta edición Medina ha decidido llevarla a su máximo exponente haciendo de lo hortera un arte: si la gente quería bailar, ellos son Sonia y Selena; si había que ser latinos, ellos son cada teta de Jorge González; si había que levantar al público, ellos son las muletas de Aramís Fuster al pedir una Coca Cola pequeña.

Segunda oportunidad: pase a la repesca (¡y repescados!)


Annika Wickihalder es un nombre que de por si parece un chiste de Chiquito De La Calzada. La canción era más seria: más Paz Padilla mirando a cámara cuando la acusaban de no querer financiar una estatua al difunto humorista. Chiquito, no Paz. Hemos dicho humorista. Annika iba súper en serio a nivel vocal, derrochando su mejor Bea de ‘OT‘, su mejor popstar que acude a un concurso de voces chino, su mejor final de ‘Pop Idol’ en la que tienes que cantar un tema de Jess Glynne fingiendo que te gusta.

Jay Smith eligió una canción que digamos, surgía del parto post-coito de una relación de años entre Nickleback y el equipo que se encarga de poner jingles a las comedias de situación de la NBC. Postrado delante de una banda y un cartel con el título de la canción repetido -ya decía Lluvía Perez, en una teoría que ella vislumbró en 1983, que cuando algo te gusta mucho lo repites dos veces-, puso a la gente en pie como si estuvieran en un bar pendientes de la última ronda.

Y el momento de las críticas: el Melodifestivalen cambió la semi de repesca por un programa especial tras la quinta semifinal en el que elegir dos canciones más para la final. ¿El resultado? Pasaron, digamos casualmente, las dos canciones que se habían interpretado minutos antes en la quinta semifinal, las de Annika y Jay Smith. Curioso.

Descalificadas


Chelsea Muco se había traído su buena propuesta buenrollista con un poco de afrobeat y otro poco de espíritu jazzy del que hubiera aprobado Naim Thomas, pero a esas alturas, el público ya iba por la cuarta cerveza con el contagio verbenero de Medina y no estaba para medias tintas. Muy mona la propuesta, pero ya o se elevaba la fiesta a otro nivel o paso total, me aburrís.

Elecktra sonó a lo que ocurría si Joaquín Sabina publicara un álbum que, en vez de estar compuesto por Leiva, lo estuviera por Alcazar. Hubo, por supuesto, cambio de vestuario en directo -bastante poco espectacular- y una coreografía completamente ridícula que posiblemente tendría a las señoras living en el público y a los eurofans pensando “yo esto lo veo top10”.

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