La última temporada de ‘Drag Race’ llega a su fin por segunda vez: después de la finale interruptus de hace un par de semanas, las reinas se reúnen en un teatro por segunda vez fuera de Estados Unidos (la primera ocurrió en Francia) y coronarán finalmente a la reina de reinas de esta edición.

La cuarta temporada de ‘Drag Race’ nos deja con el final más imprevisible de todas las ediciones hasta ahora, porque las victorias de Carmen Farala, Sharonne y Pitita se dieron en una final cuyo resultado no hacía falta ser Benita para adivinar. Dicho lo cual y a apenas unas horas de que tenga lugar la última batalla… ¿cuál de las tres reinas debería llevarse la corona?

Chloe Vittu

A su favor: La frescura, la irreverencia, el absurdo. Chloe ha demostrado este año saber sacar provecho del caos, del exceso, de la tontería por la tontería. Ha sido un chute refrescante y imperfección entre tanto perfil que buscaba ser impoluto olvidándose de que en la torpeza también hay arte. Chloe tiene esa chispa de sus primeros años en drag y ese espíritu de “no tengo ni idea de lo que estoy haciendo pero dejadme desarrollarlo” que se ha ganado a gran parte del público.

En su contra: El desorden del personaje. Chloe Vittu es una drag a la que aún se le ve recorrido para cementar por completo. Esa misma frescura que juega a su favor ahora mismo también nos deja entrever las costuras: todavía le queda por aprender y darle el premio supondría valorar más un hipotético medioplacismo que un actual presente.

Le Cocó

A su favor: La profesionalidad, la concisión, la creatividad. Le Cocó es garantía de eficacia prácticamente gala a gala. Es la concursante perfecta porque ha sabido -con sus más y sus menos, pero menos de lo segundo- adaptarse a cada reto y aprovechar su persona para vender lo que le tocara. Es el caso de drag en el que se ve que entiende que su arte es también su trabajo. Parece una tontería, pero es un factor muchas veces clave para el éxito en este concurso.

En su contra: La previsibilidad. Le Cocó es la ganadora estándar de ‘Drag Race España’. Simboliza el perfil que le gusta al programa como ganadora y que el público reconoce como tal. Sería merecido, como el premio a sus compañeras, pero tendría ese punto aburrido de decir “sí, bueno, pues un poco el perfil de siempre”.

Vampirashian

A su favor: El perfil increscendo, el homenaje al drag clásico, el likeability factor. Vampirashian se ha ido dejando ver cada vez más, que televisivamente es algo muy interesante: ir ganando puntos hasta arrasar en ese lipsync de Rocío Jurado que resultaba de absoluta ganadora es todo un logro. Tiene ese halo de mezcla de juventud y drag histórico, de mirar al futuro con el respeto al pasado y sobre todo, es de esas drags que durante el programa dices “qué maja”. Que eso, a nivel tele, es también esencial. Talento y perfil de buena gente ha sido una mezcla de históricas victorias en nuestra televisión.

En su contra: La sensación de drag one-note. Aunque la hemos visto en distintos perfiles a lo largo del concurso, deja una impresión un tanto Loles León. De esta gente que es buenísima haciendo de sí misma pero hace de sí misma continuamente. Un poco Betty Boop semana a semana. Aunque la realidad sea que sí ha salido de su tiesto, la impresión global puede caer en esta idea.

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