Hay una cosa que me tiene profundamente sorprendido de las últimas entrevistas que he leído de Agoney, en las que el artista habla de su segundo álbum, ‘Dicotomía‘. Cuenta que el disco es “muy divertido de escuchar” y que “ha convertido toda su oscuridad en una discoteca”. De lo segundo no cabe duda… ¿de lo primero? Bastante más.

Dicotomía‘ es un álbum enmarcado en la electrónica, en la oscuridad, en un Agoney más intenso que nunca, también más foclórico, previsiblemente también más personal. Pero ¿divertido? ‘Dicotomía‘ no se permite un sólo momento de diversión en todo el tracklist. Y es ese punto en el que la pista de baile está demasiado cargada que a uno le dan ganas de tomar un poco el aire. Y no se encuentra con ninguna pista que se lo permita durante media hora. Un álbum que trata el dolor y el lado oscuro de uno en clave club es también ‘Chromatica‘ de Lady Gaga, pero ese disco se permite un recorrido con desansos.

El de Agoney es un álbum breve que, lamentablemente, no deja la sensación de pedir extra alguno. Si acaso, uno se pregunta si sus interludios no debían haber servido para aclarar un tanto el ambiente. Agoney ha terminado firmando el disco que le pedían sus seguidores cuando estaban convencidos de que debía habernos representado en Eurovisión con ‘Quiero Arder‘. Para su alegría, pero no tanto la del resto.

Porque la pista es el resumen perfecto de todo el contenido del disco. Es barroca, es excesiva, es oscura, habla de los demonios del artista, de abrazar ese otro lado, de dejarse llevar en él sin complejos. Es pesada en sonido, es contundente, industrial, se permite rozar la sobreproducción completamente a propósito. Y como excepción, hubiera sido la bomba. Como norma, acaba abocando el trabajo a ser un poco del interés de fan muy fan.

Le ocurre a Agoney lo mismo que a su admirada Mónica Naranjo cuando se regodea en sus costumbres (‘Lubna‘ o ‘Mimetika‘ como ejemplos de esto) y se encierra un poco en ellas. Él ha heredado esa tendencia (y también la dicción de ella en momentos de ‘Tormenta‘ -esos adlibs-, el arranque de ‘1 En Vez de 3’) y con ellas la sensación de que el proyecto se pasa de barroco. ‘Bella Bestia‘ es interesante en planteamiento, convirtiendo las opiniones que recibe casi en una leyenda oscura poetizada, pero sin ser estrictamente fan es imposible digerir ese estribillo en más de una ocasión. Ocurre también en ‘Anástasis‘ (significa ‘resurreción‘), que se torna predecible y complicada cuando combina el spoken-word con lo lírico sobrecantado y el drop electrónico abrumador.

Es una canción que habla de superar el síndrome del impostor, de darse un poco de amor, pero le cuesta ver la salida de su bajada a los infiernos. Un recurso religioso que se deja sentir en todo el trabajo (‘Redención’, ‘Quiero Arder’, ‘Pecador’…) y que, falto de un desarrollo y conclusión, se siente un tanto manido a lo largo del tracklist. Hubiera generado mayor interés si Agoney, tras ahondar en sus demonios y su lado más oscuro, hubiera hecho algo con ellos. El mensaje puede que esté -‘Anástasis‘ termina en positivo-, pero el sonido no.

Hubo una vez que, hablando con una cantante española, me dijo, buscando cómo atinar con el público: “¿y qué le hago yo si tengo este chorro de voz?”. Lo que le ocurre a ella le termina ocurriendo también a él: Agoney estira sus capacidades al máximo en casi todo ‘Dicotomía‘, pero igual que quien toca el piano no lo tocaría a lo largo de todo el tracklist, quien puede llegar a cinco octavas no necesita hacer uso de ellas continuamente. Porque se termina viendo venir y pierde la posibilidad de efecto sorpresa. De wow. De enganchar al oyente en el momento álgido.

Incluso en ‘Tormenta‘, con un dance-pop más accesible, con un hook casi tarareable, termina cerrando el asunto por todo lo alto. En ‘Bailando En La Oscuridad’ -¿más?- también tiende la mano al eurodance pero de nuevo acaba exagerada. En ‘Pecador‘, que pone fin al trabajo, repite todos los esquemas que hemos escuchado en la primera media hora.

Hay puntos interesantes en ‘Dicotomía‘: Agoney tiene gusto para rozar siempre lo hortera en las letras pero sin terminar de serlo -algo que es de buena folclórica, bien lo sabía, por ejemplo, Rocío Jurado-, la producción del trabajo es milimétrica, tiene mimo, elaboración y objetivos, aunque no siempre quede lo limpia que me hubiera gustado. En ‘A0‘, por ejemplo, la instrumentación de cuerdas y el acercamiento al R&B podrían haber sido más delicados y precisos, sirviendo de bomba de aire a tanta sudoración en mitad de la noche. ‘1 En Vez De 3’ tiene ese guitarreo de fondo que hubiera sido divertido llevar a algo de rock ochentero que culminase con el dance del final, que también queda algo en coitus interruptus, cuando parecía que iba a darnos una estrategia similar a la de ‘L’Amour De Ma Vie’ de Billie Eilish.

Agoney tiene la visión y los objetivos de ‘Dicotomía‘ clarísimos. El problema es que en ese club de “absoluta oscuridad, donde aparecen los monstruos” (‘Algo Que Nunca Debí Sentir‘), la lista de admisión es reducida. ‘Dicotomía‘ le va a servir al canario para contentar a sus seguidores, previsiblemente encantado con el chunda-chunda y el liricismo imposible de desgañitarse bajo el chorro de la ducha-, pero no sabemos hasta que punto le servirá para subir a nuevos a la tarima de su pista de baile.


Canciones clave: ‘Tormenta’, ‘Redención’, ‘Éxtasis’

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