Hace un par de años, Kanye West abrió una escuela cristiana llamada Donda Academy. Por increíble que parezca, en estos dos años, y aún considerando el estado mental tremendamente público del rapero, más o menos 100 alumnos y alumnas están matriculados en ella.
Entre todos ellos, la hila de Trevor Phillips, ex-empleado de la escuela, que ha decidido ahora demandar a West por discriminación, represalias y despido improcedente. El demandante pide 35.000 dólares por todo ello. Bastante poco, considerando lo que ha contado para dar peso a su demanda.
Según las palabras de Phillips, el rapero le decía a los alumnos que “raparía sus cabezas y los encerraría en jaulas”, se comparaba con Hitler y hacía speeches en favor del dictador delante de los allí presentes. Recordemos, por cierto, que la escuela tiene incluso clases en prescolar.
Cuenta también el demandante que Kanye West fingió una masturbación durante una reunión con él en una habitación de hotel, que amenazó varias veces con golpearlo y que abusaba verbalmente de los empleados de forma sistemática. Comenta que trata notablemente peor a los empleados negros y que amenaza con despedir a aquellos que ganan peso.
Phillips, que fue despedido tras un desencuentro sobre uno de los jardines del centro, ha asegurado que rogó a West para mantener su trabajo, porque tenía un problema de salud en el cuello y su hija estaba matriculada en la escuela. ¿La respuesta del rapero? “Que le jodan a tu cuello y que le jodan a tu hija, me importa una mierda eso”.
Bien, aquí hay dos puntos. Por un lado, efectivamente ese señor que claramente está cucurrucucú paloma, debería ser tratado porque hace tiempo que -en nuestra humilde opinión- ha pasado a ser un problema para la sociedad en general. Porque el día que pierda un poquito más los nervios acabamos lamentando algo que se viene esperando desde hace años. Y el reloj sigue haciendo tik, tok…
Ahora bien, segundo punto: también hay que estar profundamente trastornado para matricular a una hija en el centro escolar de ese energúmeno. Es decir, imaginad confiar la educación y conocimiento de una hija a Kanye West y gente seleccionada por él y su equipo. En un lugar que tiene un coste de 15.000 dólares por curso, que no es que digas: “bueno, pobre hombre, no podía permitirse otro lugar”.
Es todo de un tremendismo importante.