Lily Allen nos ha dejado con el culo torcido esta semana con su aparición en el podcast de Radio Times, donde ha declarado que sus hijas han arurinado su carrera como estrella del pop. Una de las cosas más fascinantes de Lily Allen, prácticamente desde el inicio de su carrera, es que se la trae un poco al pairo todo, con lo que no ha tenido problemas en ser también honesta con esto:
“Mis hijas arruinaron mi carrera. Las amo y me completan, pero en términos de fama pop, la arruinaron completamente. (…) Detesto cuando hay gente que dice que puedes tenerlo todo a la vez, porque francamente, no puedes.
Hay gente que elige su carrera por delante de sus hijos y creo que es su elección, pero mis padres estuvieron bastante ausentes cuando era pequeña. Creo que aquello dejó una marca en mí que no quiero que se repita en mis hijas.”
Desde el punto de vista externo, esto es un sí pero no, en realidad. El último álbum de Allen, ‘No Shame’ (2018), es cierto que no funcionó bien, pero también se debió a la elección de ella misma de presentarse como una artista más underground en la época. De hecho, la gira del álbum la dejó con medio centenar de conciertos entre manos. Y sus hijas habían nacido hacía ya 7 años. También habían nacido para cuando ella publicó ‘Sheezus‘, que se certificó Oro y en el Reino Unido y que también sacó de gira.
Es decir, obviamente las prioridades de Allen cambiaron. Pero seamos honestos: conociendo al público británico, las ventas de los dos primeros álbumes no iban a aguantar a ese nivel mucho más tiempo (Jess Glynne, Dido, Leona Lewis… no nos hagáis hacer un listado), fuera ella madre o no. Pero ciertamente, el lapso de 5 años entre el segundo y tercer álbum, de cuatro para el siguiente y su retiro en la actualidad no han ayudado.
Desde 2019, Lily Allen está más enfocada al teatro en el Reino Unido, por lo que su carrera en el pop parece del todo aparcada, lamentablemente. Eso sí, discutimos lo de “no se puede tener todo”. Madres trabajadoras hay millones, sin que sean ausentes. También en el mundo del pop. Más que nada porque una no puede vivir eternamente de los royalties de clásicos como ‘Cheryl Tweedy’.