Marilia Monzón sigue queriendo hacernos llegar su visión a través del trenzado del folclore, el pop y los elementos de música electrónica. Y estamos bastante dentro de la propuesta, porque estamos en un momento en el que nos apetece ser Natalia Lafourcade. Nos apetece caminar descalzos por un sendero, agitar unas ramitas de abedul mientras decimos “uuuh, Juan” y atraer las buenas vibras entre cocoteros. Y si no hay cocoteros, que es lo más probable, abrazarnos a un sauce llorón para pedir un deseo del estilo de “que las belugas nunca queden atrapadas por redes de plástico”.
Ese espíritu hippie folkie, que uno no sabría identificar si es que nos han regalado un ukelele o es que estamos en Herbalife, nos los traslada Marilia Monzón a un sábado noche en ‘Selva‘. Marilia nos hace bailar, pero sin perder de vista los elementos de la música tradicional. Marilia nos saca de fiesta, pero entre amigos que tocan el cajón, la trompeta y lo que les eches. Marilia está de rave, pero descalza pisando el mejor saco de substrato que tenían en Leroy Merlin. Conectadísimos con la naturaleza, pero ansiosos de un ron cola.
Marilia nos hace mover el pompi en ‘Selva‘ para que veamos que en su nuevo trabajo, ‘Prenderé Una Velita’, no sólo tendremos canciones tiernas y emocionantes con las que disfrutar de un momento aterciopelado. También habrá opciones uptempo cuando vea la luz el 17 de noviembre. Uptempo de este estilo, de un entorno que parece sacado del círculo de amigos de Horatio Caine, como si en mitad de Florida se hubiera descubierto un cadáver y estuvieran analizándolo a ritmo de cumbia.
Nunca las pistas de un asesinato nos dieron tantas ganas de bailar entre cocodrilos, pisando el suelo de Pensacola con los pies descalzos. La situación, no el disco de Shakira.
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Será tu rollo si: llevas collares de madera realizados con restos de un nogal caído en la década de los 40, fabricas tus propios atrapasueños, te entretiene tejer.