Little Mix vive su más dulce momento en el Reino Unido, en un ascenso de popularidad paulatino que sólo recordamos anteriormente en Girls Aloud, que tocaron techo durante su quinto y último álbum de estudio, vendiendo cerca de un millón de copias y con el #1 de ‘The Promise’. Little Mix vienen de vender de su tercer álbum casi el doble que con los anteriores, y presentan este cuarto con el tres semanas #1 ‘Shout Out To My Ex’, que no hace sino evidenciar que aún pueden seguir escalando.
Tanto es así, que no han dudado en apenas dejar espacio de tiempo entre un disco y otro. ‘Glory Days’, su nuevo trabajo, se publica con menos de 60 semanas de separación de su último largo, y ahí radica el principal problema de Little Mix: como girlband son un producto fuerte, bien estudiado y con un gran trabajo detrás, algo que queda en evidencia en su directo contundente o en el buen manejo que tienen de los medios. Pero esas prisas por mantener el momento no les dejan crecer como artistas, y por tanto, siguen teniendo una dependencia absoluta del equipo que las rodea.
Un equipo que en ‘Glory Days’ sigue apostando por lo eficaz, pero deja a la vista un producto planteado para funcionar rápido y bien, sin demasiado análisis, y sin pensar en él a largo plazo. El country-pop del primer single lo deja claro desde el arranque: ‘Glory Days’ es un disco para consumir antes de que pase su fecha límite.
Y es que, muy posiblemente, en un par de años, el pop con toques caribeños de ‘Touch’ o ‘No More Sad Songs’, muy al hilo de los singles que están lanzando artistas como Sia, puede ser historia. Igual que los golpes ‘Purpose’ que destila ‘Power’, que ahora suenan muy bien, pero espera a que se nos pase la fiebre Bieber y ya veremos si recordamos esas distorsiones más allá de en su trabajo. Su arranque como número soul tenía mejor pinta que el desarollo a partir del estribillo.
Tan de consumo rápido es ‘Glory Days’, que se ha permitido incluso apuntarse tarde al rollo de Charlie Puth en ‘Oops’ (doo-wop en 2016, por favor chicas) o incluso al de Meghan Trainor en ‘You Gotta Not’ o ‘Your Love’, que sin ser de ella, podríamos haber colado en uno de sus discos. El producto está listo para ser disfrutado en las próximas 50 semanas, y por ende, estos casos demodé no chirrían tanto en la cabeza de sus creadores.
Otro de los problemas base de Little Mix lanzado su cuarto álbum es que no tenemos ni idea de cuál es su sonido: ‘Get Weird’ fue un paso atrás con respecto a un ‘Salute’ que las colocaba en un terreno más R&B, pero el desembarco de Fifth Harmony forzó a Simon Cowell a replantearse el concepto Little Mix. Lo hizo con éxito en el tercer disco, pero se perdió por completo el norte musical del cuarteto. ‘Glory Days’ es continuista, y lo es para mal: lo mismo encontramos números semi-trap (‘Down & Dirty’) junto a baladas que siguen la fórmula del ‘Hello’ de Adele (‘Nobody Like You’) o canciones estrictamente pop como ‘Nothing Else Matters’, que de tan básicas, hubieran podido presentarse en su debut.
Lo más interesante del álbum llega cuando Little Mix se ponen un poco retro: en el funk-pop ochentero de ‘Private Show’, que de haber arriesgado un poco más podía haber derivado en algo muy Janet Jackson; y el rollo girlband clásica de ‘F.U’, un inteligente número sesentero que esconde un mensaje muy diferente al de su melodía.
AUDIO
Visto lo visto, y si ‘Glory Days’ funciona, como todo parece anunciar, es el momento de que Little Mix se tome un par de años para replanteárselo todo y marcarse un quinto álbum que termine de definirlas como girlband, porque a este paso, quedará en la memoria colectiva más un producto de directos que una discografía memorable. Es hora de que Little Mix tengan su ‘Spiceworld’, su ‘Tangled Up’, su ‘Taller In More Ways’ o incluso su ‘Saints & Sinners’. Es hora de que dejen marca y no sólo ganen tiempo.
