Ana Guerra: 5 pistas sobre cómo poder seguir librando una batalla solvente

Ana Guerra: 5 pistas sobre cómo poder seguir librando una batalla solvente

El último single de Ana Guerra, ‘Sayonara’, se quedaba la pasada semana fuera del top100 de singles. Un primer traspiés para la triunfita, después de que su álbum, ‘Reflexión’, tampoco lograra las cifras que la compañía -y posiblemente ella misma- esperaban, saliendo del top100 de ventas sin certificación y del de streams en apenas mes y medio.

En el cómputo global, no parece que la situación de Ana Guerra sea problemática en absoluto: la artista ha lanzado un libro, un disco, suma más de 100 millones de reproducciones del mismo, y se ha marcado una gira -como aliada de otro de sus compañeros de ‘OT 2017’- de un decente puñado de fechas.

¿Por qué se intuye entonces que en el campamento de La Bikina algo no funciona como es debido? Principalmente por las cifras de Ana han sufrido un sangrado continuado de lanzamiento en lanzamiento y el interés por la cantante parece haber disminuido de forma más drástica que el de sus compañeros finalistas. Para colmo de males, sus trabajos parece ser los más discutidos en redes -y eso que el disco era medianamente llevadero- y sus continuadas meteduras de pata en redes y televisión la empiezan a posicionar cerca de un perfil que se debate entre el “de” y el “con” en lo que a reírse de la situación respecta.

Pero cuando estaba recién salida de la Academia, Ana Guerra parecía un proyecto filón para Universal: ¿cómo se han torcido tanto las cosas y cómo podrían volver a enderezarse de nuevo, antes que el flop de ‘Sayonara’ se convierta más en costumbre que en excepción? Estas son las ideas que nos vienen a la cabeza en el caso de Ana War. 

 

Afinar el producto: el público no es tonto

En pleno subidón post-‘OT’, con ganas de verano y entusiasmo por Ana Guerra, podía permitirse un dúo con Juan Magán de rimas infantilonas, un rollo despreocupado y un vídeo sin demasiado concepto -ni presupuesto, francamente- detrás. ‘Ni La Hora’ podía servir como táctica para ganar tiempo, y además posicionaba a Ana como cantante simpática, bailable y con un proyecto cercano. Pero el verano se termina, el entusiasmo se disipa, y el público no es tonto. En España, decenas de artista se dedican a hacer música urbana. Más los centenares que nos llegan de diario desde América. Cuando se descubre que ‘Ni La Hora’ no es una fórmula de ganar tiempo sino la meta del proyecto, entramos en zona de peligro.  

Por lo tanto, donde ‘Ni La Hora’ podía tener algo de gracia, ‘Bajito’ hacía aguas. Y no por su letra, que igual que le ocurría con ‘Sayonara’ era lo más criticado. Es que como hit era vaguísimo. El tempo, el estribillo, la producción (¡ese vídeo!) … todo estaba a medio gas. Si Ana va a continuar moviéndose por el urban, debe afinar la puntería. Ahí tiene a Ana Mena, que suma aciertos de cuando en cuando y desde luego no se gana ni la mitad de críticas que la canaria.

‘Sayonara’ ha pecado de lo mismo, con una letra aún más facilona que ‘Bajito’ y un vídeo tan cutre como el de su antecesor. Hay tan poco concepto que Ana aparece con souvenirs japoneses cutrísimos posando en el clip sin ton ni son. Un poco de estética. Un mínimo gusto con cada pasito. Incluso tirando de humor y simpatía.

 

La búsqueda de un público más adulto

Otro de los problemas de Ana Guerra es que Universal no tiene ni idea de qué target colocarle a sus lanzamientos. El pop-urbano adolescente se lo ha quedado Aitana, y el público del pop-urbano veinteañero se lo ha llevado de calle Lola Indigo en un giro de los acontecimientos. Y ahí es donde el proyecto de Ana se queda sin público: quién iba a pensar que no sería ella la que se encargara de ese grupo de potenciales oyentes.

De modo que la salida que le queda es una con la que, de hecho, ella puede estar más que contenta: la del público adulto. Un público adulto con el que Bustamante, por ejemplo, ha construido su carrera. No es necesario que ceda todo ritmo para dedicarse únicamente a cantar boleros y medios tiempos. Se puede permitir uptempos que coqueteen con ritmos salsa (Marc Anthony), marcarse una bachata con algún artista latino (Prince Royce), jugar a incluir algún elemento de ranchera a una canción pop (La Quinta Estación)… una manera de enfocar la diana a un público de más de 30 que puede no lleve la carpeta llena de fotos de War, pero le garantiza una fidelidad mayor que la de los actuales centennials.

 

Encadenamiento de features solventes donde ella tenga el control

Esto sería lo que el mercado internacional llamaría “hacerse un Christina”. Cuando Aguilera no conseguía datos demasiado buenos para sus propios lanzamientos, empezó a posicionarse como imán de éxito para los features. Colaboraciones en las que ella tenía el peso del estribillo o resultaba imprescindible para el funcionamiento de la canción. De modo que, de pronto, Christina se embolsaba un puñado de éxitos que poder incorporar a sus shows y con los que atraer nueva audiencia. ¿O no nos diréis que el público generalista no recuerda ‘Moves Like Jagger’, ‘Feel This Moment’ y ‘Say Something’ por encima de sus propios singles?

Ana Guerra podría vivir una bomba de aire importante si consigue colarse en los lanzamientos de artistas urbanos relevantes. O pop, en caso de que su estrategia de género cambie. Pero ojito con esta idea, porque puede ser un arma de doble filo: si la discográfica empieza a meterla en colaboraciones que no le interesan a nadie porque los intérpretes no tienen el punch suficiente o la canción no tiene aspecto de éxito, todo esto podría venírsele aún más en contra y quedar como chica comodín para rellenar meses de contrato. Se trata de encontrar canciones que la conecten con el público y donde sea esencial protagonista.

 

Hacer hincapié en mejorar su directo y afianzarse como producto de interés en ese sentido

Desde luego, si algo no puede estar virando por las redes, es un vídeo de Ana Guerra berreando el final de una canción en uno de sus conciertos. Porque suficiente le costó encontrar público para sus shows en solitario como para que el recuerdo de la gente de los mismos termine siendo una Ana descontrolada que no da una nota. Porque probablemente, además, tampoco sea cierto.

Pero no se puede permitir esa imagen de mal directo. Más que nada porque en el mundo de la música, hoy día, no se vive de aparecer en tres galas de televisión y firmar discos en Fnac. Se vive de las giras. Ana Guerra tiene que poner empeño en mejorar sus directos, seguir formándose a nivel vocal y corporal, seguir ganando en tablas porque ella no es músico, sino intérprete, y por ende, tiene que saber bien qué hacer en el escenario.

Con un directo contundente, entretenido, con un puñado de éxitos en la mochila, Ana puede seguir dando… erm, guerra por muchos años. No nos vais a decir ahora que la gente que va a ver a Chenoa va porque recuerde los singles de ‘Otra Dirección’. Va porque ella es una tía que pisa el escenario con seguridad, se entrega y de paso, tira de nostalgia. El rumbo a marcar para Guerra.

 

Volver a la televisión

La última estrategia es la de volver a televisión: colarse en un ‘Masterchef Celebrity’, en un ‘Tu Cara Me Suena’, colaborando en algún programa con algo divertido, de modo que el público recuerde que Ana Guerra era una tía con un perfil entre lo naive y lo cómico, pero sin resultar lo ridícula que a veces parece resultar fuera de contexto. Una Ana con un proyecto que enmarque alguna casual metedura de pata, que deje mostrar su buen humor, su carácter accesible, su entusiasmo por cada proyecto.

En apenas dos años algo ha ocurrido en el público español para que desconecte de aquella muchacha que una semana movilizó al país para nombrarla favorita por su esfuerzo continuo para sacar adelante una canción. Quizá devolverla a ese perfil es lo que necesita para que la gente vuelva a enamorarse de Ana War.

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