Voy a dar un par de datos para que contextualicemos un poco esto: el Palacio Vistalegre tiene capacidad para 12.000 personas. En el Palacio Vistalegre actuará, por ejemplo, Tate McRae. The Offspring. Marco Mengoni. Bien, dicho lo cual, vamos ahora al dato de hoy: Yurena ofrecerá un concierto en el mismo recinto el 26 de marzo de 2026.
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Dice su organizador, Locamente —la empresa que envía anualmente a alguien a Eurovisión por España—, que será “un evento único, redentor y canónico” con “el show que siempre mereció”. Más producción, invitados estelares, pero… ¿realmente tiene cabida un evento para 12.000 personas celebrando la carrera de Yurena?
Que yo súper a favor del camp, del momento divertido de todo y del petardeo, pero no deja de ser una mujer con un catálogo bastante escueto, que va a hacer playback directamente de la pista del disco y que no destaca por más que por ese extrañísimo factor equis que nos atrae como polillas a la luz. ¿Tanta gente habrá dispuesta a pagar por ver semejante show?
Pues seguramente también, dependiendo de los precios. Y entiendo que Locamente abogará por, al menos, conseguir llenar la pista y que las cosas luzcan medianamente decentes a través del apoyo de miles de gayers millennials con ganas de sentirse en una secta cuya banda sonora sea Around The World.
Este concierto en Vistalegre es un nuevo efecto delulu del panorama actual en el que quien debe hacer salas hace arenas, los de arenas estadios y los de Estadios tienen que irse a Copacabana a juntar allí a millones de personas. Pero claro, mi pregunta en este preciso caso es si no habremos tocado techo de tomarnos en serio lo que debe ser una majadería. O si vamos a celebrarlo como tal, sin que la propia artista involucrada sea consciente. Que no sé si es peor. ¿Hemos aprendido algo de este reinicio para ella?