No está la sanidad publica como para que alguien llegue con heridas por capricho. “Tengo una herida en el pecho, que se abre cuando te veo”, dice Vicente Navarro en su single de comeback. “Bueno, pues procuras ponerte unas gafitas de sol opacas para no ver una mierda y ahorrarnos los doce puntos de sutura”, le respondió la doctora por teléfono cuando escuchó el caso. “Si tienes que pedir cita, me llamas en otro momento que ahora tengo lío con tres señoras con faringitis, un esguince y una con rubeola. Ya, pues haber elegido vivir en una ciudad y no en Villesa Del Humedal. Ya. Mira, te dejo, que vienen ya. Ponte las gafas y déjate de desamores. Si aquí ni funciona el Tinder”.
Y así, despachado y sin atención médica a mano, Vicente Navarro se ve paseando por el pueblo en ruinas y los campos que lo acompañan, más secos que el PH de la familia Matamoros. Y aprovecha para interpretar ‘Una Herida’, un tema que continúa con el estilo del que hizo gala en su primer álbum, que continúa mezclando elementos folclóricos con arreglos más urbanos. Urbanos, paradójicamente.
Y claro, como no hace ni puñetero caso de la doctora, a lo largo del vídeo podemos verlo de rodillas con el pecho abierto a lo ojo de Sauron, emanando luz de una forma que íbamos a reírnos todos cuando Iberdrola envíe sus facturas. Más vale que al menos se pusiera led en el pecho, porque de lo contrario lo invertido en la grabación de todo el proyecto iba a ser una broma comparándolo con el pago de la luz.
Después del suceso, claro, aprende la lección, y en partes de ‘Una Herida’ podemos verle con la cara tapada por un velo, unas flores, o cegado por el reflejo de un espejo. Cualquier cosa para ser Serafín Zubiri y dejarse de más heridas abiertas.