Qué papelón tenía Sam Smith en sus manos. En una era en la que el consumo cambia de un año para otra, era complicado saber si el cantante sabría aprovechar el impacto de ‘In The Lonely Hour’ y podría retener a un notable puñado de fans, o la magia se evaporaría como les ha ocurrido a muchos. Después de vivir la era Adele / Duffy con la primera como ganadora, en esta segunda edición de Sam Smith / Emeli Sandé, él parece haberse salido con la suya.
Y no por elección al azar del público, porque al final, por muy poca fidelidad que encontremos en el mercado actual, el consumidor es sabio y sabe lo que quiere: mientras Sandé quiso investigar por otros derroteros y se presentó con un producto más nuevo, Smith ha sabido conquistar refinando lo que ya tenía entre manos. Para qué cambiar algo que sigue funcionando.
Y claro, lo ha hecho en ‘The Thrill Of It All’, un calculado combo de emociones a punto de desbordar, pero cuyos muros retienen todo sin dejar que se escape. Con todo y lo bueno que tiene que lo haya medido todo tanto. Más o menos como a Adele en ’21’, Sam Smith ha dejado escapar algo de espontaneidad, pero ha encontrado más oro en su mina.
Antes de seguir analizando el álbum, veamos cuáles son nuestro tres cortes favoritos del mismo:
Midnight Train
Existen dos vertientes básicas en ‘The Thrill Of It All’: la del Sam Smith al piano, más conservador, más góspel, más directo, y la del Sam que rebusca en cajones soul y termina marcándose algunos temas que coquetean tanto con el doo-wop como con arreglos hip-hop. Es el caso de ‘Midnight Train’, una dentada retro de su segundo disco que bien podía habérsele confiado a Paloma Faith, por ejemplo.
Sam Smith habla de su miedo al compromiso con alguien que parece no darle la felicidad que busca, y lo complicado de explicar el abandono a alguien sin motivo aparente. El estribillo es una auténtica delicia.
HIM
‘HIM’ es, sin duda, el tema central del disco, es el nexo, es la pieza clave. Reúne todos los rasgos de ‘The Thrill Of It All’, y de hecho, es la canción que más ‘thrill’ provoca en todo el disco. Como un George Michael moderno, Sam Smith trata el tema del derecho a amar a quien se quiera mientras habla con un Dios que siente que no le ha comprendido.
Una pequeña puñalada a la iglesia conservadora paradójicamente repleta de arreglos que la representan: el coro góspel lo inunda todo y dota el tema de una intensidad impecable, el sabor de oscuridad se extiende a lo largo de toda la canción y la interpretación vocal del artista es memorable. Posiblemente se trata de una de las mejores canciones de su carrera.
‘HIM’ ha sido compuesta por Smith y Brendan Grieve y producida por Steve Fitzmaurice, que está a cargo de prácticamente todo el proyecto. Es, sin duda otro de los aciertos de Smith en este segundo trabajo, esa confianza depositada en gente con la que ya había trabajado, y que posiblemente ha sido la causa de que todos su dejes, costumbres musicales y aciertos vocales brillen más ahora que antes.
Pray
Y llegamos al último corte de la edición estándar del álbum con Sam Smith de nuevo en la iglesia. El cantante compuso ‘Pray’ cuando visitó Iraq como parte del proyecto War Child y quedó horrorizado por lo que allí vio. De nuevo, discute sus creencias, pero afirma que la desesperación le lleva a rezar. “Levanto la vista y el mundo está en llamas, simplemente no se ni qué hacer… probaré a rezar, nunca he creído en ti, pero voy a rezar”, afirma en el estribillo.
Su producción es posiblemente la gran sorpresa del disco, porque ha caído en manos de Timbaland, y el productor ha dotado el tema de unos exquisitos arreglos del hip hop clásico, tanto en su beat como en su melodía. Los coros góspel de la canción, absolutamente medidos al detalle, son otro de sus grandes encantos. Smith ha sabido sacar un partidazo del estilo a lo largo de casi todo el álbum.
Y después de esto, es donde vemos algunas lagunas. En un proyecto de apenas diez temas, es cierto que Smith lamenta desamores, desahoga sus emociones y se pelea con sus creencias, pero a veces se hubiera agradecido que corriera algún riesgo de más. Aunque casi todas las canciones están firmadas con una delicadeza al piano agradecida y que deja buen sabor, es cierto que el paso poco memorable de cortes como ‘Palace’ o ‘No Peace’, en un álbum que dura apenas media hora, resulta casi doloroso.
Sin embargo, Smith ha sabido, como decimos, sacar ventaja de tanta sutileza, y ha tomado sabios consejos de predecesores que se marcaron clasicazos haciendo lo propio. Sería impensable que Smith no tuviera bien estudiado el ‘Older’ de George Michael cuando compuso ‘Say It First’ o ‘Burning’, dos opuestas canciones sobre el amor y el abandono, que recogen una siembra más que bien aprovechada por el británico.
Entre tanto teclado se agradece la aparición de temas como ‘One Last Song’ o ‘Baby, You Make Me Crazy’, que sin ser de lo mejor del disco, lo dotan de un aire de frescura que hace brillar más a las mejores canciones. Un combo necesario para que el producto resulte disfrutable sin terminar pareciendo un mismo tema en bucle complicado de distanciar del resto.
Smith ha jugado sus cartas con inteligencia, y los resultados están a la vista. El éxito de ‘Too Good At Goodbyes’, una balada disfrazada de corte R&B con un encanto indiscutible, y los buenos resultados de las primeras semanas del disco avalan que hay Smith para rato.
Y merecido lo tiene, por firmar un trabajo que, aunque falto de la relativa despreocupación del primero, lo sigue confirmando como uno de los mejores vocalistas de los últimos años. Es cierto que ‘The Thrill Of It All’ está algo falto de “thrill”, pero, quizá, es en la espera por ver con qué lo continúa donde está la clave de la ilusión por artistas como Sam Smith.