¿Recordáis el sonido que las palomas hacen según la famosa canción que versionaría María Dolores Pradera? Efectivamente, cucurruCUCÚ. Pues ese sonido habitualmente se le aplica también a Verónica Romero, pero el pop es tremendamente diverso en categorías de delusion y por tanto hoy no nos toca hablar de ella, sino de Daddy Yankee, que tiene visos de convertirse en el Kanye West latino. ¿Cómo? ¿Subiéndose a unos Premios Juventud a quitarle un premio a Karol G para decir que la que lo merecía era Becky G? Lo dudamos, nadie está tan del tanque como para decir algo así. Pero sí va a seguir los pasos de West porque, como él, ha sentido la llamada y va a dedicar lo que quede de su vida a las misas y los aleluyas.

Daddy Yankee pasara a ser ahora Stella Daddys. Montserrat Puig-Yankee. Flos Yankiae. Y como una loncha de queso en un sandwich preso, ha aprovechado su último concierto -literalmente, porque se retira del mundo de la música como anunció hace unos meses- para comentarle a su público que ahora cree en Dios y ya es un hombre what-he-calls libre:

“Mi gente, este día para mí es el más importante de mi vida. Y se lo quiero compartir, porque no es lo mismo vivir una vida de éxito que una vida con propósito. Por mucho tiempo intenté llenar un vacío en mi vida que nadie pudo llenar. Trataba de rellenar y buscar un sentido a mi vida. En ocasiones aparentaba estar bien feliz, pero faltaba algo para hacerme completo. Y les tengo que confesar que esos días terminaron: alguien pudo llenar ese vacío que sentía por mucho tiempo, que para todos era alguien, pero yo no era nada sin Él.

(…)

Espero que se les grabe algo bien importante. No sigan a ningún hombre. Yo soy un humano. A todas las personas que me siguieron, sigan a Jesucristo, que Él es el camino, la verdad y la vida. ¡Por fin llegué a la meta! Soy libre. Amén.”

A ver, le entendemos. Aquí creemos en Chenoa y sinceramente, nadie podría bajarnos de ese barco. Creemos en una vida de tops de tules y saxofones de casino mallorquí, una vida de chándals grises que coloreen nuestro día a día, una vida en la que nos atrevemos, seducimos, alcanzamos el universo y sabemos que todo irá bien. No hay tanta diferencia entre lo nuestro y lo de Stella Daddys.

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