Puede que ‘La Venda’ guste más o menos, puede que el primer ensayo de Miki haya convencido más o menos, pero desde luego, todos deberíamos tener algo bastante claro: por una vez, la delegación española llega con un planteamiento en condiciones al primer ensayo de Eurovisión.
Miki ha aparecido en el escenario con sus bailarines metido en unos cuantos cubos que simbolizan una casa, en contraste con los colores monocromáticos del fondo, y uno a uno, ha interactuado con ellos hasta conseguir que le sigan. Mientras están a punto de salir de la casa, una especie de robot-maniquí gigante aparece a un lado del edificio y marca los pasos de todos los que hay en el interior. En la segunda mitad, ya con los bailarines fuera y aprovechando más el espacio del escenario, Miki lleva a cabo algo más de coreografía y graba al público con una cámara en sus manos.
¿Ocurren demasiadas cosas en ese escenario? En teoría, todo el planteamiento se basa en el mito de la caverna de Platón, pero bien es cierto que quizás se pueden pulir pequeños detalles. No estamos seguros de si la realización ayudará o no al protagonismo del maniquí, que de lo contrario queda algo como puesto por el Ayuntamiento a un lado, y no sabemos si, para que el público salga reflejado en las pantallas, es necesario que sea el propio Miki el que grabe, o finja estar grabando.
Quizá un poco menos es más, porque la actuación ya tiene vida con los contrastes de color, la coreo simpática y el paseo por el escenario. Sin embargo, volvemos a decirlo: lejos quedan los #eurodramas del “teníamos algo pensado pero no puede ser”, del “la luz no va en la dirección que queríamos” o del “tenemos que ver cómo podemos llamar la atención del público”. Por primera vez en años, que diría Anna en ‘Frozen’, parece que España tiene la sartén por el mango con su actuación.
¿Hay cosas que pulir? Siempre, pero al menos, son cosas que se han traído pensadas desde casa. Miki, desde luego, está fetén.