Ruslana será, tras el debut de Chiara Oliver y Mayo, la tercera triunfita de la última edición en publicar su álbum debut. Eso sí, ella lo hará ya en formato completo -sus compañeros arrancaron con un EP- y habiéndose dado un tiempo extra para masticar el momentum, publicándose el 15 de noviembre, prácticamente un año después del arranque del formato.
Ruslana publicara su disco con una carátula que define bastante bien la idea general del proyecto: el clásico de la rockera, pero no demasiado. Rockera en clave Shakira en ‘Laundry Service’. Guitarra en mano pero con un buen filtro plasticoso para todo el photoshoot. No hay que espantar a nadie vendiéndola como Cristina Llanos cuando también tiene un pie en Belén Aguilera.
Ruslana acompañará ‘Génesis‘ con un tour en directo, por salas, de diez fechas entre noviembre y diciembre. Es decir, que es un lanzamiento cercano a su directo, de nuevo posicionado para que se entienda que el foco está en el contenido y no en el continente. Y con eso, y con otra cosa que ahora os explico porque me enrollo más que un pelo de Suzete, esquiva un error muy habitual del triunfito medio de las generaciones post-2017.
Ruslana tiene canciones. Los tres adelantos del álbum que hasta ahora han visto la luz, además de su dúo con Paula Koops, son canciones. Que diréis: bueno, claro, qué obviedad. No tanta: es un error súper común que la generación de artistas salidos de ‘OT‘ en los últimos años priorice la estética y la conceptualización de sus trabajos al contenido que hay en ellos. Se les termina olvidando cerrar los temas en condiciones antes de explicar qué historia rocambolesca los envuelve.
Lo vimos en el proyecto de Anaju, por ejemplo. Anaju maneja la estética y la filosofía de su último álbum, ‘Rayo‘, como quien tiene una mochila de experiencia a espaldas. Y no nos malinterpretéis: es todo precioso, realmente. Pero se le olvidaron las canciones, con tanto foco puesto en cómo venderlas para que quede bonito. Con Chiara ocurrió también: había tanto prisa por OliviaRodrigarla (no por su parte, posiblemente, pero sí por quién quisiera aprovechar el timing post-OT), que había mucho prop en la habitación que acompañaba los visuales del disco, mucha libreta y mucho atrezzo a su alrededor, pero muy poco mimo por terminar de perfilar bien los temas del disco. Alba Reche vendió más conocimientos de mitología clásica que canciones en su debut. Alfred estuvo más pendiente de sus referentes visuales que de los sonoros. Violeta sobrepensó su CCME sin tener siquiera un catálogo a espaldas, que parecía aquello el Video Vanguard de alguien con veinte años en activo.
Después están los que cambian de nombre porque el apellido queda mejor sin el nombre, porque con ‘z’ es más único, porque un apellido inventado vende más que el original. Lo que sostiene un proyecto, amigos, es darle prioridad a lo que hay que darle prioridad, las-can-cio-nes: y en esto, Ruslana está demostrando absoluto tino.
Para muestra, el último botón. ‘La Balada’, el último track que hemos conocido, es un tema perfectamente bien construido. Con un mensaje comprensible, achacable a la artista, que es co-autora pero se deja apoyar por otros nombres como el de Samuraï en el estudio. ‘La Balada‘ está bien cantada, bien producida, bien interpretada. Es una buena canción. Que se vende con un primer plano de Ruslana cantándola a cámara con su estética definida pero sin irse de madre, con los objetivos claros: que la canción cale en su fanbase, pero también le de oportunidad a llegar a un público que no la conoce.
Y así, la artista sostiene su casi medio millón de oyentes mensuales sin tener canciones multimillonarias que no aporten un solo oyente extra en su catálogo. Va, granito a granito, montando su montón de arena. En vez de aparecer frente al público con el castillo ya montado y sin permitir que ellos la ayuden a construir la alacena extra.
El artista va creciendo con la ayuda de sus oyentes y su catálogo, también a nivel visual y conceptual. Lo hemos visto en Zahara, en Chica Sobresalto, Belén Aguilera, Lola Indigo o Amaia. Los conceptos claros, pero edificados a poquito desde el primer paso más humilde.
Será tu rollo si: te gusta el sonido de Dover pero no los llegaste a vivir; estás en la etapa del Roacután; te gustan más las piruletas que vienen con sobrecito de pica-pica que las que no tienen un extra.