Bien. Los Grammys no son racistas, el hecho de que sólo 10 negros hayan ganado el premio a Álbum del Año en 59 años es una casualidad. Y lo dice el presidente de la Academia, Neil Portnow, que afirma que al reflejar el voto de 14.000 miembros, es complicado “conseguir objetividad en algo tan subjetivo”.
Pues tiene razón, y es que vamos a apuntar a algo: posiblemente los Grammy no son racistas voluntariamente, sino de forma involuntaria. A los votantes de los premios, cuyas edades y procedencias -musicales, nos referimos- deberíamos empezar a valorar y analizar, se la traen al pairo los discos de música más actual. Es decir, se esfuerzan en nominarlos, porque faltaría más, pero se la barnizan. No los valoran. Valoran más fácilmente un disco como el de Adele, conservador hasta la médula, que lo último de Bieber o Beyoncé, por muchísima más huella que dejen en el panorama musical con sus discos. De hecho, si algo ha sido la victoria de Adele este año, es no-noticia. Aburrida, previsible. Ojo, no porque ’25’ sea un mal álbum, en absoluto, sino porque es el premio al clasicismo, al no mover ficha, al Celine Dion 1993.
En cualquier caso, lo que más gracia nos hace de las declaraciones de Portnow es que se escude en la victoria de Chance The Rapper en la categoría de Mejor Nuevo Artista. No, es que faltaría más que después de semejante debut, le dieran el premio a The Chainsmokers que no tienen ni un álbum al que aferrarse. Es que ese premio era de cajón. ‘Coloring Book’, por cierto, que también se coló en las listas de lo mejor del año de casi todas las publicaciones existentes, incluida la nuestra, se llevó el resto de premio en las categorías rap. Ni una mención a Record, Song o Album Of The Year. Beyoncé fue premiada en Urban Contemporary. Ahí lo dejamos.
Pero vamos, es que decir que no hay racismo, voluntario o no, por la victoria de Chance The Rapper, es como decir que no hay racismo porque Portnow tiene muchos amigos negros y son personas maravillosas. El último álbum del año de un artista de color, fue hace casi una década a parar a manos de Herbie Hancock, por un disco de versiones de canciones de Joni Mitchell, blanca. Bravo.