Desde que Mónica Naranjo regresara por todo lo alto en 2008, tras unos cuantos años de silencio y práctica desaparición, su estrategia ha sido, aunque en ocasiones no lo parezca, la más inteligente de todas. A sus 48 años, Mónica Naranjo ha esquivado, en una industria española en la que resulta muy complicado siendo una artista concebida como ‘pop’, el caer en ese limbo de serie B al que muchas compañeras han cedido. Mónica sigue teniendo tirón en ticketing, sigue cuidando sus lanzamientos con mimo, y tiene un halo de leyenda que difícilmente se quitará ya de encima.

Y es tremendamente meritorio haberlo logrado: Mónica no tiene la discografía, lo siento por sus seguidores, que sostenga un status a ese nivel. Pero sí una carrera que, con un tino tremendo al elegir proyectos y -más importante en ocasiones- la forma de comunicarlos, la ha llevado en ese podio. Es ya historia de nuestro país, aunque cueste tararear nada suyo más allá de un par de álbumes o tres.

Y con inmensa ventaja bajo la manga, Mónica lleva ya 15 años sin prestar la más mínima atención a tendencias, expectativas o peticiones. Naranjo hace lo que le nace, más aún ahora como artista plenamente independiente, pues este nuevo álbum, ‘Mimétika‘, es autopublicado.

Durante la primera semana de promoción, Mónica hizo mucho énfasis en que el proyecto era una suma de muchos de sus ‘yo’s, un resumen de su recorrido, una imagen de lo que tiene en la cabeza desde hace décadas:

«Es una evolución creativa. Los seres humanos tenemos esa obligación y los artistas, más que nadie. Hay que evolucionar, hay que seguir experimentando. Es tu deber como músico, como artista. Eso es lo que es ‘Mimétika’. Es la mezcla de muchas Mónicas, de toda la experiencia a lo largo de 30 años en la industria. Con todo eso hemos hecho un cóctel y os hemos dado la bienvenida a mi puta cabeza».

En cierto modo, puede entenderse como tal: a la hora de tratar temas como la libertad sexual e identitaria, problemática social, cantarle a una hija imaginaria en pro de su empoderamiento femenino, hablarle al amor con decepción, pero al tiempo manteniendo siempre un hilo de amarre… hay mucha mochila detrás del álbum. Mónica se deja ver en muchos perfiles, se deja entender. Pero lamentablemente, el álbum incurre en su error de siempre: Naranjo habla de evolución creativa y de seguir experimentando, pero hace 15 años que echó el freno de mano a ese respecto. En ‘Tarántula‘. Desde entonces, la evolución musical de Mónica ha sido la justa y necesaria.

Naranjo encontró en los sonidos de aquel álbum su identidad artística, digamos su ‘hogar‘ a nivel sonoro, y desde entonces ha repetido esquemas y manías, muchas veces sin dar respiro a trabajos que lo pedían a gritos. Por lo tanto, las mil y una Mónicas de ‘Mimétika‘ no se extienden a la producción o sonido del álbum.

La épica de ‘Eterna‘, ‘¿Quién Me Salvará De Mí?‘ o ‘Medusa‘, que buscan estribillos rock de rompe y rasga, se pierde en una sobreproducción que desaprovecha los matices que, estar, están ahí. De fondo, perdidos en un tsunami de aleteos dubstep bastante desfasados y unos arreglos de batería que se repiten sin fin en cada una de las canciones. La misma fórmula, diferente letra.

La producción de Chris Gordon no favorece a Mónica Naranjo a estas alturas de su carrera. Es más, el mejor momento de producción del disco se da cuando entrega los mandos a Mastodonte, que sacan ‘Polvo Vacío’ del hastío previsible del resto de tracklist. Con elementos trip-hop, una rave muy de remezcla de Depeche Mode y todo lo hipnótico de su construcción, el remix de ‘Polvo Vacío’ es lo más ambicioso de todo el disco a nivel de producción.

Porque Mónica Naranjo aprovecha a Bunbury en ‘Ey!’, una colaboración con sentido y objetivo en la que él es arrastrado con acierto al terreno de ella, pero los elementos aparentemente rock electrónico del tema ya los utilizada Take That en la era ‘Progress‘. No son especialmente novedosos. Llegamos una década tarde a algo que hizo… una boyband. Seguramente no es lo que Naranjo tenía en mente cuando escuchó la versión definitiva.

Tampoco el resultado de ‘Sherezade‘, la más juguetona de las canciones del álbum, una suerte de reggaeton que pretende resultar fresco, pero se enroca en costumbres dosmileras que lo condenan a sonar al catálogo de la desaparecida Vale Music. Donde se podía haber aprovechado el etnicismo de fondo, todo queda más en una broma picantona bastante banal. La otra referencia retro llega en ‘Aire‘, que parece sacada de su antiguo catálogo, de no ser porque también la pone a tropezar con los arreglos previsibles de toda su discografía de la última década. Y aún y con esas, atendiendo a las escuchas del álbum, parte como la favorita de los fans. Curioso.

En esa Mónica Naranjo a la que se la ve venir durante el 90% del disco, en cualquier caso, también hay mucho bueno destacable: la interpretación vocal de la cantante es exquisita y es, con mucha diferencia, lo mejor del álbum. ‘Mimétika‘ ha sido construido con estructuras mucho más accesibles que las de ‘Lubna‘ o los posteriores EPs, dando lugar a que Naranjo pueda deleitar a su público con pases pop, rock y líricos con su voz. Una voz inimitable en nuestra industria, que encuentra los momentos para sonar más delicada, más guerrera y más teatral durante el trabajo. Por ejemplo, la Mónica de ‘Lágrimas De Un Ángel’, impostadísima a propósito en su arranque, poco o nada tiene que ver con la de ‘Dame Alas’, una balada que cerraría el disco de no ser por Mastodonte y que sale, lamentablemente, poco beneficiada de su posición en el tracklist. Aunque el mejor build de ‘Mimétika‘ se lo lleva otra de las baladas, ‘Se Acabó’, en la que Mónica pasa del minimalismo a la balada rock de reminiscencias ochenteras con bastante acierto.

Mimétika‘ no es el álbum que resuma los 30 años de carrera de Mónica Naranjo. Ni siquiera, por ser, es un álbum ambicioso o especialmente creativo: es puro continuismo, habiendo tomado un par de notas del pasado. Pero La Naranjo, como decíamos al principio, está en una posición a la que ha llegado de forma inteligente y que le permite el lujo de tropezar en las mismas piedras sin acabar con rasguños.

Su público seguirá ahí: si no tanto en las compras del disco, lo hará en los directos. Seguirá llenando teatros y arenas. Porque lo mejor de Mónica Naranjo es la propia Mónica Naranjo. Ella es el instrumento más funcional y efectivo de ‘Mimétika‘: narra bien las historias, sabe qué papel interpretar en cada momento y se entrega a las canciones como pocas. Porque, también como decíamos al inicio, ella mimar, mima sus proyectos: es indiscutible escucharla completamente dentro de la historia que está narrando.

La clave ahora está en que se permita ser protagonista en la práctica como lo hace en la pura teoría. ‘Mimétika‘ deberían ser mil y una Mónica Naranjos, pero casi todas ellas acaban quedando ocultas bajo capas y capas de producción barroca. Ahora más que nunca: que vivan en libertad.

6.0

Temas clave: ‘Aire’, ‘¿Quién Me Salvara De Mí?’, ‘Polvo Vacío (con Mastodonte)’

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