Un nuevo año de Melodifestivalen, la preselección sueca para el festival de Eurovisión. Resumen rápido: durante cada gala una canción tiene pase directo a la final como la más votada, una segunda gracias al voto por puntos durante la gala y una tercera pasa a la repesca, que tendrá lugar en la última semifinal. El resto de canciones de cada semifinal quedarán eliminadas.

Así fue la semi de esta semana:

Resultados de la gala


Directos a la final


Durante esta última semifinal, Måns Zelmerlöw no sólo ha ganado por goleada el Melodifestivalen, sino que posiblemente ha llevado de nuevo a Suecia a la victoria en Eurovisión. No está tan claro como con Loreen en Tattoo, porque sus propuestas tienen una diferencia: la canción de ella era más redonda. La de Måns este año es de un genérico alucinante, pero además de un genérico antiguo alucinante. Se escucha como con casi una década de retraso, es de la generación del pop facilón que buscaba tener un mensaje a través de frases que podían verse impresas en una agenda de Ale-Hop. Pero en realidad eso no le impidió ganar Eurovisión en 2015. Y es que Måns, igual que aquel año, cuenta con una puesta en escena indiscutible. Pocos elementos pero visualmente muy concisos, mucha épica con apenas unos confeti blancos bien sacudidos y tiros de cámara súper efectivos. En entusiasmo de los últimos segundos es absolutamente contagioso: es complicado hacerle frente a un sentimiento tan simple que parte de una ejecución tan precisa.

En la ronda de votación de la gala pasaron los JAX, que con Bara Bada Bastu (‘toma una sauna‘) se marcaron el himno de bar de la semifinal. Una chorrada presentada como tal, consciente hasta tal punto que por momentos parece un número de The Book Of Mormon si se desarrollara en un pueblo finés. Los tres componentes juegan otra carta que eurovisivamente conocemos bien: la de la bobada con rictus serio y pose elegante y a los suecos les apetecía pasárselo bien anoche. Una cosa os digo: me he pasado bastante rato tarareando el estribillo mientras paseaba por casa.

Segunda oportunidad: pase a la 5ª semifinal


El pase a la quinta semifinal de este año a veces me hace sacar mi alter ego drag, porque me deja Patty Diffüse. Este fin de semana los suecos dejaban pasar a Ella Tiritiello con una propuesta que es sencillamente lo que esperarías de Nerea Rodríguez si alguna vez se presentar al Benidorm Fest.

Bara Du Är Där es de una cursilería impactante a todas las escalas: la canción, co-escrita por Loreen, es como escuchar los pensamientos de una adolescente mientras escribe en un diario con forro de peluche fucsia, dura como tres meses y medio y su puesta en escena consiste en un círculo con una sábana de la sección textil de Ikea y cientos de miles de mariposas. Llega a ser incluso un ambiente sofocante.

¿En qué estaban pensando anoche los suecos? Pues, con toda probabilidad, en que después de pasar Revolution quién compitiera con esos visuales era totalmente irrelevante ya.

Descalificadas


En la zona de los eliminados, Andreas Lundstedt creyó estar dando George Michael, pero su sexy daba más bien vibras de Carlos Lozano. En una puesta en escena un tanto creepy, la noventera Vicious no sacó partido de sus, por otra parte, pocas armas: sonaba un poco a la Kylie Minogue de este último par de años, a la que le llega un catálogo que rechazaría Bebe Rexha.

El dúo Tennessee Tears también hizo más énfasis en las tears que en el Tennessee, y eso que los dúos con cobertura folkie siempre tienden a tocar la fibra del público generalista. Pero claro, la propuesta era rara: a medio camino entre The Corrs y B*Witched, en el dúo él era el padre de Miley Cyrus y ella Miley puesta hasta arriba de MDMA. La droga, no el disco de Madonna, que hubiera sido mucho más dañino para su cuerpo y mente. Él aparece tranquilísimo y cuando uno menos se lo espera, está ella gritando como pidiendo auxilio.

Finalmente, Amena. Que sí, hubiera estado a favor de cualquier artista con nombre de compañía telefónica obsoleta. Abogaría porque el año que viene se presentaran Air Tell, Woan Adü y Pëp Effon. Pero claro, también es difícil mantener el rictus cuando una señora de 23 años aparece en el escenario como si fuera su primera oportunidad en Eurovisión Junior. Dando saltitos con una canción de niña de ocho años que tiene la sensación de ir a comerse el mundo en adelante. Ni funcionó el tema, ni el staging al que no dio ningún uso real, ni el vestuario, con esos fruncidos que, mientras ella servía 3+2, ellos servían 3×2 en Pontejos.

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