Si Manuel Carrasco acaba de volver con Pueblo Salvaje, un llamamiento al orgullo andalucista y a su identidad, María Peláe hace lo suyo con La Perra De Despeñaperros. Solo que si lo de Manuel Carrasco es una caricia con unos golpecitos de apoyo en la espalda, lo de María Peláe es un “me voy a cagar en San Cristo bendito, os lo juro”. Ella no es que reivindique, ella te lanza toda la artesanía andalusí a la cara con un “¡tira la copa!” a gritos. Y lo de cagarse en San Cristo no era un decir, que su nuevo ábum lleva por título El Evangelio y este primer single es el mismo según Santa Francisca. Salas, imagino.
María Peláe ha tenido siempre un perfil social y guerrero entre sus propuestas más juguetonas, pero esta vez no es que sea guerrero, es que ella es la mismísima Juana De Arco sin el aspecto cucuísta del asunto. Ella es una tía megafono en mano en mitad de un gentío mirando la puntuación del Candy Crush. Ella es una guitarra a todo trapo en mitad de un concierto de arpa. Ha llegado al 120% en el primer corte del disco.
La Perra De Despeñaperros aulla contra los discursos de poder, la historia que se cuenta siempre desde el mismo bando, el poder de la mujer andaluza pero también de la migrante, desde el pueblo explotado, desde el perfil que busca el poder que tengan de sumisión. Y en la aventura, la acompaña una Jedet que pone de su parte, la verdad, y tiene un verso interesante, pero que se ve embestida por el poderío de una María que ya no se guarda nada.
Lo veíamos venir desde que presentó la carátula del disco, alejada de la mojigatería del anterior -cuyo contenido se meaba en su estética complacentista-. Esta vez el pack viene completo y con ganas de demostrar que lo que le pasa a la niña es que está hasta el mismísimo higo.
Será tu rollo si: alguna vez te has liado a guantazos con un peluche como la madre de Nené en Shin Chan; el café por la mañana te lo tomas doble y bien cargado; entiendes a Anabel Pantoja diciendo “me cago en… mira, me cago”.