María Peláe es un tema. Ocurre con ella como con el meme de la declaración de independencia de Cataluña, que tiene uno de pronto los brazos en alto y está gritando “cri, cri, cri, cri” y al segundo siguiente se le queda cara de haberse comido al grillo en cuestión y le da un bajón. Y el motivo suele ser siempre el mismo: las choices.

Porque el proyecto de María Peláe es dos cosas:

  • Un torrente de aire fresco en un flamenco-pop patrio encorsetadísimo durante un par de décadas al que ella ha pegado una patada reconvertiéndolo en algo divertido, con objetivo, y riesgos sonoros que lo mismo te llevan a 1970 que a 2041.
  • Un cúmulo de choices.

María Peláe es moderna. No es que vaya de moderna. No es que se rodee de un equipo de hipsters y la contraten en el Sonorama. No es que trate de convencernos de ello. Es que es. Y lo es principalmente por un motivo: es de las pocas artistas en España que tienen sentido del humor. Y un humor que no se basa en “ja, ja, qué graciosa es esta chica, cómo nos estamos riendo de este chiste que ha contado en un programa de entrevistas de este señoro random en prime time”.

No. El humor de María sale de su boca, pero se traslada a las canciones. No se toma nada en serio, al tiempo que se lo toma muy en serio. Y ha conseguido que su música tenga humor. Que sus propuestas tengan humor. Que, de hecho, sea de las pocas que entiende de qué va el pop y no tenga esa pretensión tan Cadena Dial de ser tomada en serio por los Grammy Latino y demás grupitos de músicos soporíferos que creen haber inventado la rueda por darle una bofetada a un piano.

María, insistimos, es de las artistas más modernas y self-concious que tenemos en el país. Y eso nos lleva al segundo punto, el de esas choices.

Uno se despierta un día y María Pelae está en la Diez Minutos. De repente ha colaborado con Pastora Soler, Andy & Lucas y… Melody. Y presenta una carátula como la de su tercer álbum, ‘Al Baño María’. De pronto todo lo que tiene el proyecto de spot-on, de patada a la puerta, de rompedor… se convierte en otra cosa a presentar en un programa de Emma García.

María Pelae es madera de Tiny Desk, madera de Neo2, es madera de estar en la lista de contactos de C. Tangana y no de Kiko y Shara. Y si fuera el caso y tuviéramos que elegir, al menos que estuviera en la de Shara. Pero es que en vez de estar así posicionada, en un lugar cool, en un lugar en el que tener un público que valore lo que hace y no la mire con cara de “sí, hace flamenco-pop” y la meta en el cajón de Malú, ahí la tenemos, dándonos esa carátula para el disco.

Y es que lo de ‘Al Baño María’ puede parecer una chorrada -diréis incluso “bueno, lo esencial es la música que traiga”. Y tendréis parte de razón. Pero es una pena que la portada, encargada de esa primera impresión, no diga absolutamente nada de la artista.

Es una carátula de ganadora de la decimosexta edición de ‘La Voz’. No tiene nada de María Peláe más allá de un pelo revuelto y un amago de volante. Parece hecha por el diseñador de turno que ha chasqueado los dedos al seleccionarla porque “sale sexy”. Y sale. Guapísima. Muy diva. Reina. Pero no debería ser el punto.

‘La Folclrónica’ tenía sus cosas, pero representaba mucho más. Y mucho mejor. Tenía una estética y un mensaje. Había un concepto. Esto… esto es de una vagancia tal que solo parece cumplir el sueño húmedo de la gente que va a El Corte Inglés a descubrir qué disco de Manuel Carrasco le han puesto ahora a 5,99.

Y María está muy por encima de esa oferta.

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