“Siento que ya puedo volver a componer música normal”, le respondía Taylor Swift a una periodista unos meses después de terminar la promoción de ‘Reputation’. No era para menos, el disco anterior de la cantante había servido, según ella, como terapia para lidiar con una época oscura en la que, y lo ha vuelto a reconocer en recientes entrevistas, sentía que tenía la peor imagen del mundo. Ha llegado incluso a alegar que por esa razón no apoyo la candidatura de Hilary Clinton a la presidencia americana, algo que, para colmo de males, sirvió para que los rumores sobre su pensamiento conservador se dispararan aún más.
Ha tenido que llegar ‘Lover’ para que Taylor espabile, se quite de encima todo ese drama que no fue en absoluto para tanto -su imagen pública jamás fue lo mala que ‘Reputation’ daba a entender que era- y se vuelque en el mensaje que le va mejor, con alguna que otra mejora. Taylor Swift se marca una oda al amor en ‘Lover’ a través de 18 canciones, en las que ademas, aprovecha para posicionarse también como artista progresista.
Espantados los fantasmas del anterior álbum, ‘Lover’ es exactamente lo que Taylor Swift afirma que es: “una carta de amor al propio amor, con toda su locura, pasión, encanto, tragedia y fantástica gloria”.
Para continuar hablando del disco, detengámonos en sus tres claves principales:
En ‘Lover’, Taylor Swift se deja de hostias
Es la manera más clara de exponerlo: en ‘Lover’ no hay ritmos hip-hop, acercamiento al urban, momentos oscuros, letras amenazantes o experimento alguno. Taylor Swift se ha dejado de “hostias”. Porque mientras a algunos artistas les funciona un volantazo a tiempo, en el caso de Swift se notaba impostadísimo y completamente descontrolado. El público reaccionó también con tibieza, haciendo perder a la artista casi 7 millones de compradores, que se dice fácil.
De modo que en ‘Lover’ se ha quitado todo el postureo de malota de encima, se ha ahorrado malos tragos y ha optado por un mensaje bastante más reconocible por parte de la artista. El disco, de hecho, arranca con ‘I Forgot That You Existed’, que en sus ritmillos pop playeros se marca un “no es odio, no es amor, es indiferencia”. Una forma más Swift de poner los puntos sobre las íes.
Taylor también lo hace en ‘The Man’ (“estoy harta de que vengan a por mí, porque si fuera un hombre, sería EL hombre”) o en ‘You Need To Calm Down’ (“deberías poder controlar eso de vociferar sobre todo el que no te gusta”), de modo que no es que haya bajado la guardia en ‘Lover’, es que está bastante mejor armada en esta ocasión.
Los singles son bastante poco representativos del álbum
Ocurre algo bastante curioso: salvo la canción que da título al álbum, el otro par de singles llegan a ser molestos a lo largo del tracklist del álbum. Porque a pesar de sus momentos poperos (el funky de ‘I Think He Knows’, los synths de ‘The Archer’, el rollo sixties de ‘Paper Rings’) hay una sensación de envoltorio tierno, suave, de cierta elegancia en el trabajo, que vuela por los aires en cuanto la voz distorsionada de Taylor arranca con ‘Me!’, igual de infantil que el primer día que la escuchamos.
‘Calm Down’ es más llevadera, pero su estridencia también llega a chocar con el resto de ‘Lover’, quizá por estar enmarcada entre el delicado dueto con Dixie Chicks, ‘Soon You’ll Get Better’, la sensual ‘False God’ -la aparición del saxo es de lo mejorcito del álbum- y la etérea ‘Afterglow’. Está uno en situación, y de pronto le descoloca un “shade never made anybody less gay”, por muy brillante que el verso resulte.
Es largo, pero no se hace demasiado largo
Una de las críticas que más se están escuchando del álbum es que se pasa de largo. 18 tracks. Es largo, seamos realistas. Y dejemos de insistir en que se dice que es largo porque es el disco de una mujer. El disco de Drake es largo. El de Chris Brown es largo. Un álbum de más de 15 temas es largo, sea de quien sea. Otra cosa es que, además, parezca largo. Y ahí, habrá quien decida si es el de Drake o el de Swift el que se le hace largo. Independientemente del género. Cuestión de gustos.
‘Lover’ dura más de una hora, aunque corre con la ventaja de contar con temas que rondan los 3 minutos justos, con contadas excepciones. Eso sí, Taylor podría haberse ahorrado algunos tracks para una edición deluxe: la final ‘Daylight’, con ese recurso tan ‘Halo’ de su estribillo no es de lo más inspirado de su carrera, como tampoco ‘It’s Nice To Have A Friend’, entre el coro infantil y una composición de caja de música.
En cualquier caso, un par de escuchas del disco consiguen hacer reconocibles la mayor parte de sus temas con un simple vistazo al tracklist. Lo cual, siendo un trabajo de más de una hora, es bastante meritorio.
‘Lover’ es un regreso a la mejor forma de Taylor Swift, esa que exprime su encanto naive entre el pop y las composiciones más acústicas, esa que explota su vena americana sin que termine pareciendo la protagonista de ‘Una Rubia Muy Legal’, esa que permite que el oyente vuelva a enamorarse de la compositora que parece estar dando forma a canciones en el piso de al lado.
Sin más envoltorios, cuanto de más excesos se libra la artista, más conecta con el público. Previsiblemente no recuperará las cifras astronómicas de antaño, pero el arranque de ‘Lover’ se intuye uno de los eventos del año en lo comercial. Animado, sí, por un montón de ediciones del álbum y el hecho de que se venda con prácticamente cada producto de merchandise de su web. Pero también por el hecho de que la cantante ha vuelto a ser identificable.
Sin medias de rejilla, sin coreografías pretendidamente sexys, sin kilos de eyeliner y sin acercamiento alguno a ritmos urbanos, Taylor Swift derrocha amor en ‘Lover’. Y posiblemente le será devuelto en forma de un público que responda a sus ansias de amar y ser amada. A lo grande, pero sin excesos.
Temas clave: ‘False God’, ‘Paper Rings’, ‘Lover’