Hace apenas once días se publicaba el nuevo álbum de Lola Young, I’m Not Fucking Myself, publicado apenas un año después de su anterior disco con la intención de aprovechar el éxito de Messy y, al tiempo, no quedarse encajada en el concepto de one-hit-wonder. Su entrada al #3 en el Reino Unido —y un tibio y también previsible #68 en Estados Unidos— hacían prever que el disco podía tener recorrido, pero los planes de la artista han cambiado repentinamente:
“Me voy a ausentar por un tiempo. Me duele tener que decir que debo cancelar todo por el futuro inmediato. Gracias por todo el amor y el apoyo. Lamento mucho decepcionar a cualquiera que haya comprado una entrada para verme, me duele más de lo que sabéis. Obviamente tendréis derecho a un reembolso completo. Realmente espero que me deis una segunda oportunidad una vez que haya tenido tiempo para trabajar en mí misma y regresar más fuerte.”
Con este comunicado, Lola Young cierra su semana horribilis tras desplomarse en el escenario del Festival All Things Go en Nueva York el 27 de septiembre. La cantante sufrió un colapso durante la performance de Conceited y, aunque decidió completar el show tras ser atendida por el equipo médico, lo cierto es que canceló las citas que tenía en los días siguientes.
Lola Young tenía firmado un tour de unas cuarenta fechas para el trabajo que quedan automáticamente suspendidas y que serán reembolsadas a sus compradores. Un golpe durísimo para una estrella en ascenso que aún no ha tenido el tiempo de asentarse del todo en el imaginario público. Normal que pida que se le dé una segunda oportunidad cuando decida volver a subirse a los escenarios.
No se han aclarado los motivos que llevaron al desplome de la cantante, pero todo apunta a un estado de salud mental delicado combinado con una agenda agotadora que la ha llevado a promocionar y girar con dos discos en muy pocos meses a escala internacional.