Me imagino hoy a Lola Índigo echada en un sofá con chaise-long, resoplando abrazada a un cojín diciendo “ay, por fin”. Porque esta tournée que se ha marcado por estadios, con paradas en Madrid, Barcelona y Sevilla, ha tenido que ser un absoluto disfrute y le habrá dejado con sensación de peak en su carrera, pero también luce a importante quebradero de cabeza.
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La última fecha, la de Barcelona, que puso punto y final a toda esta historia, tuvo que ser reubicada del RCDE Stadium al Estadi Olímpic dos días antes de la fecha estipulada. Claro, un Cristo porque había que volver a vender el evento además de reubicar a los que ya tuvieran entradas. Y de nuevo, quedó demostrada la nula necesidad de hacer shows grandilocuentes si no es por una demanda extrema. Que claramente, no existía en el caso de Lola. Y no pasa nada: tiene una excelente demanda por igual, pero da algo de ternura ver a los fans desesperados por demostrar que aquello estaba lleno. Y no lo estaba, ni con el escenario dejando atrás la mitad del venue.
A pesar de los dolores de cabeza de la venta de tickets, Lola Índigo puso toda la carne en el asador con un show que ya había demostrado sus habilidades en un escenario en las fechas anteriores, además de lo infalible de un catálogo que tiene hits como para sostener lo que le echen, pero es que encima se rodeó de más invitados que nunca.
Apareció en escena David Bisbal para interpretar Bulería, Estopa que recrearon con ella el Tu Calorro de aquella gala de RTVE que los unió por primera vez, salió del huevo dragón Quevedo para cantar El Tonto y el 50% de Pelmá y Louise, Mauricio Rengifo, se llevó a su hermano para que Cali y El Dandee se marcaran con ella el himno dosmilero que es Yo Te Esperaré. Un derroche de invitados que se suman así a los que ya habían compartido escenario con ella en los días anteriores: Tini, Paulo Londra, Belén Aguilera, una de Las Chuches, RVFV y Nena Daconte.
Lo dije en su día y lo reitero: esto hubiera sido una majestuosa culminación de unos primeros años para Lola Índigo en arenas. Y se hubiera ahorrado más de un disgusto porque tenía el show, los visuales, los invitados, el catálogo, y sobre todo, el coño moreno. Solo le sobraban cuatro torres de focos y unos metros de pantalla y pasarela. El resto estaba hecho. A ver si se nos pasa ya la fiebre de la grandilocuencia a todos.