Voy a empezar este post con una obviedad: el 95% de las filtraciones del Benidorm Fest en Twitter son falsas porque no hay tanta información que filtrar. Se vive en un constante delulu de flujo de información imaginaria que, en realidad, es bastante menor a la que se intenta publicar. De modo que a veces, como cuando se informa de la incorporación de Sergio Jaén al equipo artístico de la próxima edición, uno ya no sabe si aciertan porque lo han escuchado o porque la última invención ha colado de chiripa, por meramente probable. Ojo, no me refiero a la cuenta de Twitter citada expresamente en este post: es que hay una docena de perfiles publicando “filtraciones”. Que en vez de un Festival, es aquello una jarra Brita. O el Google Drive de las Little Mix.


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Esta semana ha llegado un desmentido, de los poquísimos que se dan porque realmente nada de lo que se dice genera tanto revuelo o interés como para que alguien lo desmienta. Solo la sensación del mismo dentro de la burbuja eurofan. Pero como digo, esta semana tanto Warner Music como Pablo Alborán han decidido dejar claro que “no trabajan en ninguna candidatura para presentar al Benidorm Fest“.

Y lo que parece un comunicado sin más contenido que un simple desmentido, se ha convertido en una bofetada a mano abierta —y van unas cuantas— al propio Festival. Porque Warner y Pablo Alborán han considerado que mejor no se siguiera suponiendo que iban a participar en él. Lo cual ya dice mucho de cómo está la imagen del Festival en sí.

Porque Pablo Alborán no está en su mejor momento. Está, de hecho, en el peor con diferencia desde que su carrera arrancara: el lead single de su nuevo proyecto, Clickbait, apenas hizo ruido, y lo que es peor aún, la balada clásica que se lanzaba después como salvavidas, KM0, es con 1,4 millones de reproducciones en Spotify, uno de sus mayores fiascos. Para hacernos una idea —salvando la obvia distancia temporal de ambos lanzamientos— los dos primeros singles del disco anterior suman más de 150 millones ahora; los del nuevo, apenas cuatro. Y la probabilidad de que la suma de ambos supere los 20 millones es escasa.

Y aun con esa situación, aun con la previsible situación de que el impulso televisivo de Benidorm podría darle un hit en mayores condiciones (tampoco es el Festival un flujo interminable de hits, pero suele dar alas a los factiblemente populares); Pablo Alborán y Warner han decidido que es casi peor el remedio que la enfermedad.

Cómo de mal tiene que estar funcionando la comunicación del Festival, cómo de dañada está su reputación —algo que ya vaticiné que ocurriría al ganar Melody, aunque lloviera sobre mojado— para que alguien que de primeras podría aprovechar su impacto en audiencias y medios, considere que es mejor negar la participación. Pablo Alborán es Victoria Beckham hundida en el Támesis en la película de las Spice Girls: cuando le ofrecen un abrigo hortera, prefiere seguir mojada y fría diciendo “no estoy TAN desesperada”. Pues aplíquese.

El Benidorm Fest ha renovado su equipo, ha fortalecido su premio y ajustado sus bases para intentar salvar su reputación en 2026. Porque audiencia, más o menos, retiene con buenos datos. Conversación social también. Pero esa misma conversación lleva a que el 90% de sus temas no funcionen por casposos. Y a que artistas de primera fila, aunque sea una fila a la que se le está poniendo cara de B-List, opten por apartarse de la caspa. Es el año de rociarlo todo con H&S.

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