Resulta que Leiva ha estado siempre hasta el higo de Princesas. Que si eres fan de él, a) posiblemente no estés leyendo este post, sino uno de Rolling Stone en español que recuerda los hits de ZZTop y 2) ya lo sabías de antemano, porque Leiva no la ha interpretado en ninguna gira en directo hasta la de este año. Bueno, como me gusta a mí meter un poco el dedito siempre, la realidad es que ya la había tocado hace un par de años en el Atlantic Fest, pero bien es cierto que no hay mucha más prueba de más directos aparte de ese.
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La diferencia de lo de antes a lo de ahora es que ahora ha decidido hacer público el mal rollo que tenía con Princesas, como si fuera él el mismísimo Jaime Peñafiel. Ha compartido en Instagram que cuando la compuso, no sabía que acabaría atragantándosele. No es de extrañar, porque Princesas forma un poco parte de ese catálogo de rock español de lololo heterosexual en el que también tienen cabida canciones como Chiquilla, Sabor De Amor, Salta o Feo, Fuerte Y Formal. Esas canciones que huelen al mismo tiempo a cerveza, diana de dardos en un bar de pueblo, Festival en mitad de un barrizal y, sorprendentemente, despachito de Los40 en el que deciden que será #1 en lista.
Y claro, Princesas acabó saturando a Leiva. Acabó convertida en su I Gotta Feeling, una de esas canciones que acabas odiando porque la tienes sobrereproducida en tu cabeza. Porque aparece cuando nadie la llama. Porque la piden, y la piden y la piden, y la piden. Y es la versión musical del papel en Aquí No Hay Quien Viva de cualquiera del cast. Un clarísimo “chica, ¿podemos hablar de otra cosa?”.
Así ha explicado Leiva la situación.
“2001, aún vivo en casa de mis padres. (…) Tengo 21 años y desconozco que la canción imberbe que acabo de hacer cambiará el rumbo de las cosas. Ese pequeño acto cotidiano, exento de cualquier profundidad, se transformará en una de esas canciones que suena hasta en la puta sopa, achicharrando radios y generando revuelo a nuestro paso, provocándome un rechazo precoz a pesar de que acabe financiándome cosas impensables para mí entonces, como una vieja Volkswagen T2 naranja 1973 de Scooby-Doo o mi primera Fender Telecaster.
Desconozco, también, que la gran mayoría de las veces que la interprete sentiré bastante rubor, y que la eliminaré durante 12 años del repertorio porque la odio profundamente, y, a todas luces, habló de mí muy poco rato. (…) 24 años después, he logrado sacudirme la culpa y entender que sólo soy un vehículo para recordar a algunas personas quiénes fueron, y, con un poco de suerte, quiénes son hoy.
Con 45, sumergido en la gira más grande de mi carrera y sin ninguna necesidad de echar mano de ella, decido meterla en el repertorio como guiño cariñoso a los nostálgicos. La canción hace de las suyas y vuelve a arrasar en directo. Me rindo y la pongo en el bis. Cada noche en el escenario, combato mi ruido interno agarrándome a las caras de felicidad del público, mientras pienso quién soy yo para arrebatarle este momento a la gente.”
Tampoco es el primer artista que cede ante canciones que tampoco le flipan porque el público las adora. En clave pop, que para eso estamos aquí y no hablando de ZZTop, Celine Dion no se lleva bien con My Heart Will Go On, parte de Little Mix con Black Magic o Lady Gaga con Telephone. Es de entender que terminan también saturados.
Pero, igual que ocurre con esto de Leiva, al final el proceso de un artista también pasa por acabar asumiendo que el show se hace esencialmente para quien va a verlo. Y para quien va a verlo, canciones como Princesas tienen un significado que va mucho más allá que el que le da su propio autor.