Hace unos días, aparecía el siguiente vídeo en TikTok
@thecristianpelayoI was gonna frame it too 😢 @lizzo #rumors #lizzo #cd #vinyl #cardib #signedcd #arianagrande
Los discos firmados de ‘Rumors’ de Lizzo, que curiosamente se vendían solo a través de la web de Cardi B, empezaban a llegar a sus destinatarios. Y claro… llegaban de aquella manera. En el caso de la muchacha que habla en el TikTok, firmado por una tal “Liyo” no en el CD, sino en el plástico que lo recubre. Es decir, que la pobre mujer perderá la firma de Liyo en cuanto retire el embalaje. Tampoco es que lo vaya a necesitar, nadie en su sano juicio escucharía el CD single con un sólo tema, teniéndolo disponible en literalmente cualquier lado.
No es el primer caso de ediciones limitadas firmadas absurdas que conocemos. Hace unos meses saltó la polémica con las firmas de Lady Gaga, que no contenían más que un amago de ‘L’ en una esquina, y nosotros mismos tenemos álbumes firmados por Sophie Ellis-Bextor con un garabato ilegible, o de Zahara, con un tachón a rotulador que lo mismo podría ser una firma que un Pokémon.
El colmo de la absurdez llegó cuando Billie Eilish cambió las firmas por salpicones de pintura “realizados por ella misma” -como algo aparentemente meritorio- y muchos discos llegaron a casa de compradores sin un ápice de pintura. Es lo que tiene dejar 1.000 copias de ‘Happier Than Ever’ en el suelo teniendo un único pincel en la mano.
Por tanto, ¿deberíamos ya reventar la burbuja de las ediciones firmadas por Dios-Sabe-Quién? O al menos, ¿debería haber un mínimo de exigencia a la hora de autorizar esas firmas? Sí, amigos artistas, firmar 5.000 CDs debe ser un auténtico infierno. Pero si es vuestro equipo el que lo plantea, quien no tiene la culpa es el comprador. Porque a este paso, cualquier marca de rotulador terminará computando como firma en un disco. Aunque el disco en cuestión se lo hayas comprado a Kylie Minogue y lo haya firmado Ernesto, de su gabinete jurídico.