Lady Gaga vivió anoche un bofetón de nostalgia en Düsseldorf con el arranque de su nuevo tour, el ‘Chromatica Ball‘, que la llevará de gira por estadios durante el verano. De hecho, es simple noticia es que algo la lleve de gira, porque la cantante no lo hacía desde 2018. Desde entonces ha hecho shows puntuales o residencias. Recordemos que es la nueva reina del jazz, heredera natural de Norah Jones o Diana Krall, que ya están francamente demodé.
Como decimos, mucha nostalgia anoche porque Lady Gaga recordó que, originalmente, antes de los álbumes de easy listening, las baladas a piano para bandas sonoras y los moños italianos para cualquier evento, fue una estrella del pop. Y menuda, además. Y ese espíritu se dejó notar en la primera parada de la gira.
Más oscuro que lo que vimos de ‘Chromatica’
Así de primeras, el imaginario popular de ‘Chromatica‘ se basa en los rosas. Los del vídeo de ‘Stupid Love’, super festivo, o los de ‘Rain On Me’ y la carátula del álbum, que ya eran un volantazo hacia un planeta bastante más oscuro que el que anunciaba el primer single.
Lo cierto es que, habiéndose desviado del concepto en ‘911‘ y sin que tuviéramos oportunidad de verla ahondar más en los aesthetic e historia del trabajo, nunca podremos saber si este ‘Chromatica Ball‘ representa más lo que ella veía en el álbum en su momento. Pero imaginamos que sí, que lo que realmente se quedaba más colgado en esa historia era ‘Stupid Love‘ -el rollito ‘Power Ranger’ nunca lo vimos, la verdad-, y que la idea era que el rosa se contrapusiera a algo mucho más oscuro.
‘Chromatica Ball’ tira, según palabras de la artista, de «arquitectura brutalista, de sus materiales y texturas, para hacer un recorrido por uno mismo y lo que uno ha pasado». Se pone intensísima para describir el escenario, porque sino no sería Gaga, pero la idea es que las pantallas se combinan con bloques de cemento y aperturas bruscas, muy marcadas y toscas.
Ni rastro de ‘Artpop’ o ‘Joanne’
20 canciones, así redondeado, separan el ‘Chromatica Ball’ en cinco secciones. Y efectivamente, el show es muy para ‘Chromatica’, permitiéndose miradas al pasado pero sin tirar en exceso de ‘Greatest Hits‘. En total toca 9 canciones del último álbum, tres de ‘A Star Is Born‘, ‘The Fame Monster’ y ‘The Fame’ y dos de ‘Born This Way’.
Deja completamente fuera sus álbumes de jazz -ya dijo que definía la gira como «ball» y no como «tour» porque quería que fuera una pista de baile-, pero también su tercer y cuarto álbum, de los que no rescata absolutamente ningún tema. Podría haber cuadrado un ‘Do What U Want’, un ‘Perfect Illusion’ o incluso un ‘Million Reasons’ en la sección de baladas en detrimento de ‘A Star Is Born’, pero it is what it is.
Un recorrido conceptual que culmina en ‘sanación’
La idea del ‘Chromatica Ball‘ si representa a la original del disco en cuanto a la ‘sanación‘ a través del baile. En la crítica del álbum ya hablábamos de que uno de los triunfos del álbum, además del de devolver a Gaga a su mejor estado pop -que sigue siendo su perfil más interesante, por muy bien que haga de actriz y de crooner-, era que utilizaba la música de baile para comunicar traumas e historias de peso. No era un pop bailable sobre el amor y el menear el cucu. Iba más allá y también lo hace la gira.
El show arranca con ‘Bad Romance’, una canción sobre abusos y relaciones tóxicas y el setlist va a avanzando hasta que el cierre llega con ‘Rain On Me’ y ‘Hold My Hand’, una canción sobre aprender a lidiar con lo que ocurra y una con mensaje esperanzador, de unión y comprensión mutua. De primeras, no es la canción que nadie hubiera imaginado como cierre -quizá siquiera como parte del show-, pero en el sentido en el que está diseñador, es un carpetazo coherente y funcional para su historia.
