Las autoridades argentinas dan portazo a la investigación de la muerte de Liam Payne, componente de One Direction, que caía del balcón de su habitación de hotel en octubre del pasado año, dejando al mundo completamente en shock y sacudiendo por completo el universo pop.

Aunque todo apuntaba a las consecuencias del uso de substancias -que diría Belinda-, el caso es que tres personas fueron acusadas de haber participado en su fallecimiento en las semanas siguientes al hecho. Fueron acusados exactamente de suministro de narcóticos y de homicidio culposo, pero ahora se les han retirado los cargos y finalmente se ha cerrado el caso como accidental.

Básicamente porque no se ha podido probar que los acusados forzaran al cantante a tomar substancias, por un lado, y porque la reconstrucción de los hechos lleva a pensar que su fallecimiento no necesito de la intervención de terceros.

Que yo os digo una cosa: la noticia fue terrible, el hecho de que Liam tuviera problemas con el consumo desde hacía ya años sin que nadie interviniera desde su entorno más cercano -especialmente el laboral- también lo es, pero hubiera sido fuerte que un señor millonario acabe colocado lanzándose por el balcón y tenga que pagar el pató el recepcionista del hotel o quién demonios sea, vamos. Salvo que hubieran participado en la muerte de manera directa, claro, cosa que se ha probado errónea.

Es gracioso ver como un puñado de fans se manifestaban durante el proceso judicial buscando justicia para Liam. La justicia, en el caso de Liam, hubiera sido que hubiera conseguido encontrar ayuda para salir del agujero en el que llevaba metido años. El resto consistía en buscar culpar a alguien random para justificar sus actitudes. Y eso no es.

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