El pasado lunes hubo dos personas nominadas en Operación Triunfo. Si le preguntas a los que están en la Academia, te dirán que fueron Judit y Lucía. Si les preguntáis a los que estaban en casa viendo el programa, te dirán que fueron Dani Fernández y Valeria Castro, que fueron al programa a cantar el nuevo single de él, ¿Y Si Lo Hacemos?.

La actuación no salió bien: él tiende siempre a impostar el rasgado por encima de las posibilidades humanas, cierto —aunque esto estamos un poco más acostumbrados— y ella, que suele cantar un poco en cursiva y con mucho vibrato, pues tuvo la peor de sus noches. En la que posiblemente consideraba la más importante en un tiempo, por la evidente exposición que da OT. La actuación sonó a lo que en el programa llaman “buñuelito”.


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Y las redes sociales llevaron los comentarios al más absoluto máximo: Valeria Castro se quedó con la imagen de señora que afina lo justo y necesario frente a un público que, en su amplia mayoría, la acababa de descubrir. Porque la realidad es que Dani y ella ya habían cantado varias veces el tema en directo, todas ellas con éxito. Salvo la noche de Operación Triunfo.

E inmediatamente después del subidón de un Twitter en plena efervescencia malévolo-memeil, la industria musical se movilizaba en defensa de Valeria Castro. Salieron a sacarle la cara compañeros artistas, periodistas musicales, locutores de radio… en fin, todo el mundo hablando de que Valeria Castro es maravillosa. Tanto que su hipérbole terminó sonando tan absurda como la propia crítica inicial.

Para defender a Valeria Castro no es necesario decir “es una de las mejores voces del país” porque a todas luces no lo es. Ni falta que le hace: tiene un proyecto precioso, emocionante, tiene gusto, tiene mil cosas artísticamente valiosas a las que aferrarse. Pero se tendió a una exageración casi paródica en la defensa. Más que desafinar en Prime Video, pareciera que hubiera sido acusada de violencia racial hacia Abraham Mateo. Como si aquello de lo que se la defendía fuera cuestión de vida o muerte.

Lo que más me sorprende de la ola defensora de Valeria es que no se ha dado con otras artistas —y digo otras con a, porque son generalmente las criticadas por esto— que han tenido malas noches. No se ha dado con una Lola Índigo, una Aitana —que también han tenido noches criticadas en televisión—, ni con Tini, ni con Ana Mena, Bad Gyal… ha habido decenas de vídeos de actuaciones reguleras de todas ellas sin que nadie abriera la boca.

Vale, el proyecto de Valeria es más íntimo, más pequeño y más nicho y posiblemente la defensa ha partido de la empatía de creer que eran necesarias porque no cuenta con el colchón de apoyo de sus compañeras. Pero Jesús, midamos también la importancia que se le da a una bobada, hay veces que llevarlo a su enésima potencia puede generar un efecto Streisand: Twitter se ha llenado de gente comentando los conciertos en los que la artista no rindió al 100%.

Lo más cómico de la situación es que el público de OT se divide en dos posibles escenarios para ella: los que la critican y no tendrían interés en el género que ella hace; y los que ya conocían su proyecto y por tanto no se han escandalizado lo más mínimo. De modo que… ¿ha perdido algo Valeria realmente?

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