Una ‘Gag Order’ es una prohibición legal que lleva a alguien a no poder a hablar de un tema que está judicializado. No hace falta que os expliquemos que, en los últimos años, Kesha ha estado involucrada en un continuo proceso de juicios contra su ex-productor, Dr. Luke, y viceversa. Una historia que tiene luces, sombras, y tantas capas que daría para libro completo sobre el caso. Sin embargo, lo interesante del nuevo álbum de Kesha, titulado como ese proceso de prohibición, es que no nos habla del litigio, sino de sí misma.

No tiene permitido tratar temas legales, pero por descontado puede hablar desde la perspectiva personal. Algo que nos ayuda a comprender mejor qué es lo que ha pasado por la cabeza de Kesha en los años recientes. La cantante viene de dar pinceladas en algunos temas de su discografía hasta la fecha, pero su último disco, ‘High Road’, pretendió darle carpetazo a lo personal poniendo el foco de nuevo en la fiesta y el buen rollo.

No era creíble: la Kesha que en 2017 publicaba ‘Praying‘ lo hacía desde un enorme resentimiento, desde la rabia, la ira… un proceso que dificilmente podía haber finiquitado en lo emocional y que necesitaba un desenlace más pausado. El que llega ahora con ‘Gag Order’, porque el disco parte de aquel enfado de hace un lustro y nos va mostrando el proceso de sanación, complicado, complejo y repleto de altibajos, de la cantante.

‘Gag Order’ no tiene nada que ver con la primera Kesha. Ni siquiera con esa que quiso recuperar en ‘High Road’. Tampoco realmente con la de ‘Rainbow’. Y sin embargo, se comprende perfectamente que se trata de la misma artista: Kesha sigue tirando de elementos de humor, de electrónica de pulso punzante, de su clásico fraseo arrastrado… elementos que hacen que, aunque en disco a nivel sonoro no tenga nexo con sus predecesores, tampoco resulte un reseteo completo de su sonido.

Lo ha conseguido trabajando en el disco junto a Rick Rubin (‘Northern Star’, ’21’, ‘Artpop’, ‘The Life Of Pablo’…): Kesha le comentó al productor que nunca había hecho un disco sin pensar en su aspecto comercial y durante todo el proceso, nunca se habló, en apariencia, de singles o radioplaying. Y aunque hemos escuchado mil veces aquello de “este es el disco en el que me conoceréis de verdad”, en el caso de Kesha el statement adquiere punto de realidad, dejando atrás la habitual cualidad performativa del simple hecho de decirlo frente a un micrófono.

Hay verdad en ‘Gag Order’, porque el objetivo de Kesha no es convencer, sino exponer. Es cierto que el disco no persigue fórmulas comericales, hasta el punto de que el tema de apertura, ‘Something To Believe In’, ni siquiera sigue la estructura habitual de una canción. Empieza repitiendo el verso “nunca te das cuenta de que necesitas algo en lo que creer cuando lo sabes todo” como un mantra, construyendo la canción alrededor del mismo.

Una estrategia, la de los mantras, que se hace habitual en el resto del trabajo: lo vemos en la piscodelia-folk de ‘Eat The Acid’, en la que repite el consejo de su madre de no consumir LSD, en ‘Peace & Quiet’ donde trata sus cambios de mood, en ‘Living In My Head’ o en ‘The Drama’, donde reitera sin cesar que quiere renacer como gato casero, mientras interpola, también de forma repetitiva, elementos del ‘I Wanna Be Sedated’ de The Ramones.

‘Gag Order’ es un álbum de contrastes, de combinaciones poco habituales como la de ‘Only Love Can Save Us Now‘, que mezcla elementos religiosos, como un coro góspel de cierto tinte robótico, con el rap de una Kesha que se queja, cerca del desquicie, de quien le pide razonar después de los episodios que ha vivido (cita literalmente la denuncia que Dr. Luke le puso a su madre por twittear que había sido violada a los 18 por el productor, una demanda que fue retirada después de que su madre asegurara no tener constancia de los hechos en realidad).

Unos blancos y negros que también se ven en los bruscos coros de la, por otra parte delicada, ‘Too Far Gone’ (“quizá todo este odio que retengo no me está ayudando, pero soy cabezona y quiero mantenerlo”) o en la antes citada ‘Peace & Quiet’, que arranca como balada y se transforma en un tema de beat pronunciado.

En mitad de las combinaciones entre elementos orientales, psicodelia, folk, guitarras acústicas y electrónica, Kesha va exhibiendo cada parte de su pensamiento traumático: en ‘Living In My Head’ habla de su depresión, cantada con cierto hartazgo hasta tocar techo en un puente arrastrado y cansado; en ‘Fine Line’ exhibe el ying y yang de todo el proceso en la que posiblemente es la mejor balada de su discografía y que, además, demuestra muy bien el cambio de gestión emocional de la artista respecto al pasado; en ‘Hate Me Harder’ pone el foco de los haters sobre si mismos y ‘All I Need Is You’ es una canción que parece partir de un contexto romántico, pero es en realidad una oda al apoyo emocional que le brinda su mascota, Mr. Peeps, y el proceso que conllevaría buscar en sí misma ese apoyo si falleciera.

A pesar de que ‘Gag Order’ exhiba tanto el trauma de Kesha, lo hace también dejando al oyente con la sensación positiva de una luz al final del tunel, de un desenlace lento, trabajoso, pero prometedor. En ‘Ram Dass Interlude’, Kesha coloca unas palabras del maestro espiritual que culminan con un “al final te das cuenta de que prefieres ser vulnerable y estar dolido a estar muerto en vida”. El interludio habla también de la sensación de ir dejando la carga ir lentamente para afrontar un nuevo momento. En otro de los cortes breves del álbum, ‘Only Love Repise’, la artista incluye a su sobina Luna, que culmina el tema con un precioso “ojalá pudiera hablar en tecnicolor”.

Y la clave de todo el álbum la da el tema final, ‘Happy‘, que pone punto y seguido al camino por el que cada corte nos ha llevado hasta el llegar a él. “Si me hubieras preguntado por entonces dónde quería estar, luciría algo como esto, viviendo mis más salvajes sueños; si me preguntas ahora, lo que siempre he querido ser es… feliz”. Una balada sencilla, acústica, que contrasta -de nuevo- con el pesado beat del tema de arranque del álbum. La forma de desanudar el conflicto presentado.

Un desenlace que no es feliz, porque ‘Gag Order’ no busca esa visión maníquea del bien y el mal, el orden y desorden, la felicidad y tristeza. ‘Gag Order’ busca ilustrar el camino, costoso y duro, de la resolución de un conflicto emocional. Uno que, tal y como ocurrió cuando Kesha trató de pasar página con ‘High Road’, no se da de la noche a la mañana.

Temas clave: ‘Fine Line’, ‘Only Love Can Save Us Now’, ‘Something To Believe In’

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