Niall Horan, el rubio de One Direction, aquel muchacho con pinta de poder ser tu vecino de al lado, era, con diferencia, el miembro más inofensivo del grupo al que pertenecía. Ni era mediático, ni parecía tener ningún problema, ni arrastraba a un público carpetero, ni era un bocachancla. Era Niall, simple, sencillo, ficha de boyband, pero sin demasiado espíritu de la misma. El rubio de One Direction. Poco más.
Esto era así hasta que decidió lanzarse en solitario, y de pronto, vimos a un cantautor con ansias de ponerse una guitarra al hombro y tomar sus propias decisiones. Y oye, cuando lanzó su primer single, el público no le dio la espalda. Y cuando lanzó un segundo, el público lo alzó aún más. Y ahora, con el disco ya en la calle, Horan es una estrella con la que tener cuidado; Horan es A-List, Horan ha dejado de estar en el fondo para casi ponerse al frente.
Y ojo, porque ‘Flicker’, el disco en cuestión que ha hecho girar las tornas, es más que un puñado de canciones guitarra al hombro. Hay matices, hay madurez, y hay dónde rascar. Antes de seguir hablando del álbum, quedémonos con nuestras tres canciones favoritas del mismo.
On The Loose
Abrir ‘Flicker’ es ya la señal de que Niall Horan no piensa quedarse con el perfil de cantautor insípido que aporta más bien poco. Él ha aprendido de los que llegaron antes, y tuvieron que amoldarse a una industria complicada para la acústica, un poco que ya no gira en torno a composiciones simplonas de un Ed Sheeran de temporada.
Por eso abre el disco esta contundente pieza de pop, sencilla, sin demasiado desapego hacia el resto del álbum, pero que da debida cuenta del potencial de Horan a la hora de dar forma a hits. No en vano, la produce Mark Stent, ganador de cuatro Premios Grammy, y popular por sus producciones para Spice Girls, Madonna, Beyoncé o Pink. Entramos al trapo de jugar en las grandes ligas, pero lo hacemos con una canción con arreglos pop casi bailable, hablando del encanto irresistible de una chica, y lo hacemos mediante una melodía exquisita y bien trabajada en estudio.
Slow Hands
Otro de los grandes aciertos de Niall Horan ha sido el de buscar refugio en sonidos americanizados, algo que no suele sentar muy bien en el Reino Unido, y que de hecho, ha provocado que Horan se quedara sin #1 en la islas, por ejemplo. Su mercado potencial será Estados Unidos, porque en el país es mucho más factible que se entiendan composiciones como ‘Slow Hands’, con esa guitarra con saborcito funk, ese rock americano fusionado con el R&B, ese estribillo que permitiría una versión góspel en apenas un par de arreglos.
‘Slow Hands’ es la parte más seductora de Niall Horan, es el número clave para entender el encanto del intérprete fuera de las baladas, y es un terreno en el que, creemos, aún le queda qué investigar y manga de donde sacarse más ases.
Flicker
Y de pronto, entre números más acústicos, aunque con una composición que abraza al oyente, casi con esa sensación de que Horan podría estar tocando en el salón de casa, aparece la segunda mitad de un disco, que por cierto, es bien breve, con apenas 10 temas en su edición estándar. ‘Flicker’, la canción que da título al disco, nos enseña el otro Horan al que es importante dar visibilidad. Ese que maneja su voz igualmente bien en cortes pop como en este, con toques más jazzy, casi del estilo del primer Jamie Cullum.
La letra de la canción es una esperanzadora oda al amor, rozando lo adolescente, pero con el irresistible encanto de un Niall Horan que sabe muy bien lo que está haciendo: madurar al mismo tiempo que lo hacen sus seguidores. Esa es la diferencia con respecto a Harry Styles, que dió un salto madurativo excesivo y se pasó de rosca con su proyecto. ‘Flicker’, la canción, es exactamente lo que un fan de One Direction podría esperar de alguno de ellos en solitario. De hecho, hubiera funcionado a la perfección como single de la banda.
Por estos tres temas, por la elegancia de la voz de Horan, por lo comedido de sus elecciones, por dar forma a un disco de 10 canciones sin rellenos, sin excesos, sin desviar la atención de sus interpretaciones, es Horan el caballo negro de One Direction.
Y coge la carrerilla en las canciones en las que se ha dejado mimar por Greg Kurstin, los dos singles ‘Too Much To Ask’ y ‘This Town’, en las que aprovecha el vacío que quedó tras el primer Ed Sheeran, el de antes de que el cantante optara por saltar de forma más obvia a las radios. El encanto de las composiciones más naive, entremezcladas con la frescura casi campestre de otras, como ‘Seeing Blind’ con Maren Morris, o ‘Since We’re Alone’, casi nostálgica de las producciones de Greg Alexander de principios de los dosmiles.
No es un álbum cargado de canciones de baile, pero es que eso sería una traición de Niall Horan hacia su persona, casi de la misma forma que lo eran las mechas rubias que lucía en su grupo. Y sí, parece una comparativa insustancial, pero su pelo castaño, al natural, sirve también como herramienta para dejar de pensar en él como “el rubio de One Direction”.
‘Flicker’ ha estado en medio de ese proceso, Estados Unidos ha estado en medio de ese proceso, las buenas compañías en el estudio de grabación y una docena de decisiones bien tomadas han estado en medio de ese proceso. Y ha culminado con Niall Horan presentándose al mundo de la manera más Niall Horan posible.