Eurovisión conseguía anoche la tercera mejor marca de audiencias de la última década en RTVE: casi 5 millones de espectadores (un 41,8% de cuota de pantalla) estaban pendientes de lo que ocurriera en el escenario de Mälmo. No era para menos, llevamos una semana de eurodramas que como para resistirse uno a ponerse delante del televisor: ¿se negaría alguien a salir a escena? ¿habría mensajes sorpresa? ¿ganaría ese país el festival?
Al final, la gala se desarrolló con bastante más normalidad de la prevista. Una ronda de votaciones cuyo delay desesperó un tanto a la presentadora, algún comentario en favor de la paz y la convivencia y el habitual pinchazo de España. Sin sorpresas. Ganó Suiza, que recibió la friolera de 591 puntos, 44 más que la gran favorita del año, la candidatura de Croacia, segunda. Y ‘The Code’ de Nemo ganó principalmente porque el jurado dejó su victoria blindada durante su ronda de votos.
Tanto es así que fue incluso… llamativo. No es que Suiza ganara el voto del jurado, es que arrasó en él. Se llevó 365 puntos del jurado, a una distancia de 147 de lo segundo más votado por ellos, Francia. No es la primera vez que el jurado apoya tanto una candidatura, pero sí fue llamativo que lo hicieran con la que, a priori, no era la evidente favorita (ocurrió también con Loreen, pero eso se vino venir más). Dejándonos llevar por la tónica de este año, semejante blindaje a Suiza lució estratégico para evitar la posible debacle israelí que se veía venir con el televoto. Sea como fuere, buena estrategia fue, y merecide ganadore: el público tampoco valoró mal el tema, con un quinto puesto de televoto con 266 puntos.
¿Cuáles fueron las claves que hicieron de ‘The Code’ de Nemo la canción triunfadora?
La canción, su propio Eurovisión
‘The Code’ es una canción barroca. En tres minutos, se monta su propio Festival completo. Ahora es lírica, ahora es teatral, ahora es rap, ahora pop y de pronto es un drum&bass. Lo es todo, menos la señora chipriota de ritmos demodé. Pero de esas ya había unas cuantas en el escenario -y no todas eran de Chipre-. Había algo para todo el mundo y, al mismo tiempo, es una canción que pasa por tantos ritmos que atrapa por la simple curiosidad de ver cómo continuará.
La puesta en escena
Con un sólo elemento en el escenario, facilitaba al público recordar cuál era la canción de Suiza. “La de la peonza”, “la de la plataforma”, “la de le chique que daba vueltas”… sea como fuere, la canción acababa recordada por todos entre tanta presentación de gente subida a piedras, y tanta pretensión clásica eurovisiva. ‘The Code’ no se venía arriba con los excesos de staging -bastante tenía la canción en sí- pero exprimía al máximo la apuesta que había hecho.
El mensaje positivo en mitad de la gresca
Cuando hablábamos del blindado del jurado es que los imaginamos decidiendo a quién apoyar en masa y por qué. Podían haber elegido a Croacia o a Ucrania -previsibles imanes de buen televoto- pero decidieron apoyar a Suiza. 22 de los 37 países le dieron el doce de los jurados. Bien es cierto que ‘The Code’ es una canción muy para levantar los ánimos como ganadora: transmite un mensaje de positividad, esperanzador, cercano al discurso -hasta ahora al menos- de Eurovisión. Era, posiblemente, la mejor alternativa a semejante cadena de depropósitos de la última semana. Y está claro que Nemo dejó huella entre sus compañeros: no hubo sino ver la reacción de cada uno de ellos durante las votaciones y en el anuncio de su victoria.