Todavía quedan meses -muchos- para la siguiente emisión del ‘Benidorm Fest’, que debería llegar una vez entremos en el nuevo año. Y sin embargo, las alarmas de cara a esta nueva edición suenan más fuertes que nunca: no parece que vaya a haber demasiado artista mínimamente popular interesado en presentarse.
El Festival carga con demasiado lastre desde su primera edición: aquella a la que se apuntaron Rayden, Rigoberta Bandini, Azúcar Moreno, Javiera Mena o Varry Brava parece ya imposible de replicar. La victoria de Chanel, discutida en su método -fue aupada por el jurado en el primero contacto del público con el nuevo programa-, ya sembró de preocupación a artistas de cierto renombre que podían haberse planteado participar: la sombra de que RTVE seguía manejando la emisión a su antojo pesó en exceso, a pesar del éxito posterior de los singles de Tanxugueiras, Bandini o algunos otros concursantes, que multiplicaron con notoriedad su impacto habitual en streaming y ticketing.
Con la sombra del tongo sobrevolando el Festival, RTVE puso todas las esperanzas en una buena posición para Chanel. Se trabajó para ello. Se consiguió: la artista volvía con una tercera plaza de Eurovisión, que podría servir como refuerzo a Benidorm. Al fin y al cabo, esos más de 400 puntos de ‘SloMo‘ confirmaban que el jurado tuvo tino a la hora de elegir y que Eurovisión dio un baño de masas a Chanel. Y sin embargo, aquel éxito supuso un nuevo lastre para la marca ‘Benidorm Fest’.
Un problema de comunicación, dentro y fuera del Festival
Porque si hay algo que ha sido nefasto desde los inicios de la emisión del concurso, ha sido su comunicación: el Festival pretendía celebrar la diversidad de la música española, pero no paraba de hablar de Eurovisión. En el papel era una selección de nuestras canciones y artistas; en la práctica, una preselección eurovisiva que sólo centraba su mensaje en eso. A este respecto, el segundo año resultó ser mucho, mucho peor.
Las galas de la segunda edición abrían con una Nina, miembro del jurado, que daba recomendaciones a los cantantes sobre afinación y nervios. Imaginad la estampa el año anterior: Nina hablando de afinación a Azúcar Moreno o a Rayden, con décadas de carrera a espaldas. Hubiera sido un despropósito, pero no chocó tanto en la segunda edición, porque la segunda edición era simple y llanamente una preslección para Eurovisión. De nuevo, un problema de comunicación con los espectadores: ‘Benidorm Fest’ ya no celebraba nada. Se había convertido en puro trámite eurovisivo.
Un trámite en el que la mano de RTVE siguió demasiado presente: no uno, ni dos, sino varios artistas explican que, de focos y platós para adentro, la elección de Blanca Paloma era una obviedad. Que su forma de comunicarse con el resto de concursantes y sus actitudes tras las cámaras lo dejaban claro. Algo que, por cierto, también se comentó sobre Chanel el año anterior. Ya no de cara a la galería, sino de cara a la industria, se impone la impresión de que el ‘Benidorm Fest’ es un dedazo con mucha inversión en escenografía.
El público terminó contento con el staging de ‘EaEa‘, lo que sirvió para que al menos el público no arrastrara la misma sensación que parte de los concursantes. Pero la canción no funcionó en Eurovisión y su 17ª plaza volvió a ensombrecer la marca ‘Benidorm‘.
El cambio de bases y el mutismo repentino
Ahora, cuando se prepara la tercera edición de las cinco firmadas, vuelve a ponerse de manifiesto ese problema de comunicación que existe, como ya hemos visto, tanto de puertas para adentro como para afuera. Los mensajes que se envían desde las redes sociales de Eurovisión en RTVE son simplemente demenciales. Dibujan un ‘Benidorm Fest’ que pide cantantes y compositores, que incide en un mensaje de búsqueda de participantes, que extiende plazos para poder cumplir con los objetivos. Suena a desesperación.
Una desesperación que sorprende en un tercer año. Pero una a la que no ha ayudado su cambio de dirección, también respecto a los artistas. No sólo por el despido de Eva Mora -jefa de delegación de los últimos años-, sino por el cambio en las bases del propio Benidorm Fest. En ellas, el Festival pasa a obligar a los artistas a participar en eventos como “la cabalgata de Reyes” o “la carroza del Orgullo de RTVE” y a ceder parte de los derechos de autoría de los temas.
Sin ruedas de prensa, sin apariciones aclaratorias -cuando RTVE hizo hecho ruedas de prensa de ‘Benidorm Fest’ hasta para explicar el barniz de uñas de María Eizaguirre– los artistas han vuelto a salir espantados. Marta Sango, que participó en 2022, dijo que no volvería por el cambio en las bases. Probablemente tampoco participará ningún artista independiente de mediano reconocimiento: imaginaos si alguien como E’Femme ya debe montar toda su escenografía pagada de su bolsillo, que además se vea obligada a ceder derechos extra a RTVE.
Y eso que la situación, en redes, se ha pintado peor de lo que es: no es que RTVE se quede con los derechos de la canción, pero es la impresión que ha dado. Y el mutismo no ha ayudado. Ni una palabra dedicada a aclararlo en los últimos meses. Normal que el ‘Benidorm Fest’ siga intentando que se apunte cualquiera, como si esto fuera un casting de ‘La Voz’.
Un tercer año que no parece levantar cabeza
El pasado año las audiencias del Benidorm Fest cedieron con contundencia: del 15,7% (2,1 millones) de share de 2022 al 11,3% (1,3 millones) de 2023. Por no hablar del 6,5% (0,6 millones) de media que marcaron los siete programas especiales relaciones con él. Un descenso de interés del público directamente relacionado al factor talent-show y preselección.
Durante años hemos visto a un puñado de desconocidos pelear por llegar a Eurovisión. Aquellas galas no despertaban interés alguno en el público español. Y no se trataba de poner más pantallas y leds a su alrededor. Se trataba de construir una narrativa y enfoque mejor para el Festival. Una que de cara a 2024 está tocando fondo. Sólo quedan dos años para reinventarla. ¿Nuestra apuesta? Que ‘Benidorm Fest’ no sobrevivirá a su renovación de contrato.