La pobre Chappell Roan ha sido una de esas personas que, como muchos desde la ignorancia, le han dedicado unas palabras de despedida a la actriz francesa Brigitte Bardot, icono del cine del país vecino e improbable motivadora del popular nombre de una cadena de bisutería:

“Fue mi inspiración para Red Wine Supernova. Descansa en paz, Ms. Bardot.”


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Y ha picado, porque de Brigitte Bardot muchos no sabíamos nada más que que inventó a la Kylie Minogue de 2003 y tras su muerte hemos descubierto que era una persona absolutamente espantosa. Entre sus perlitas, llamó “auténticos salvajes” a los habitantes de India, afirmó que los migrantes estaban invadiendo Francia —sus declaraciones se fueron tan de madre que acabó sentenciada por incitación al odio racial en varias ocasiones—, se declaró antifeminista denominando “histéricas exageradas” a las actrices participantes del #MeToo y denominó “circo de friquis” a la gente del colectivo LGTBIQ+. Qué bonito todo, oiga.

Y claro, al ver el homenaje de Chappell en sus stories de Instagram, me pregunté cuánto tardarían sus seguidores en bombardearla a mensajes explicándole las posturas de semejante absurda. Pocas horas después del comunicado original, Roan lo eliminaba de sus redes y escribía el siguiente:

“Santo Dios, no sabía toda la mierda loquísima que apoyaba Ms. Bardot. Obviamente no apruebo nada de eso. Ha sido muy decepcionante descubrirlo.”

Pues la entiendo, porque yo de Brigitte Bardot, hasta hoy, solo conocía las pulseras de acero inoxidable y los colgantes con cristal baratuno en forma de luna que adornan cuerdas de cuero de 30 centímetros.

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