Melody ha acudido al programa de Pepito El De Los Palotes en Cadena Dial, Dial Tal Cual, para promocionar el single que publicó hace medio año y el concierto que prevé dar en marzo del año que viene en el Palacio Vistalegre, convertido ya en epicentro camp del pop español, ahora que es escenario de su fin de gira y del concierto de Yurena. Ambos eventos organizados por el mismo equipo, dicho sea de paso.
Melody le ha contado a Pepito El De Los Palotes que Eurovisión está muy bien para poder cantar delante de muchísima gente, pero que no es un concurso musical. “Es político”, respondió entonces Pepito. Efectivamente, la decisión política obvia de la victoria de Austria. O cuando el año pasado ganó Suiza. Los típicos movimientos del Risk de las victorias de Italia, Suecia o Países Bajos en los últimos años. Todo política.
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Han pasado ya cinco meses y Melody sigue sin asumir que Esa Diva no era una canción competitiva para Eurovisión. A pesar de que se dijera una y otra —y otra, y otra, y otra— vez desde su elección en Benidorm. Ni siquiera es un buen tema pop, es simplemente una machaconada que hemos tenido hasta en la sopa porque a los medios les hacía gracia que la de los Gorilas tuviera otro tema relevante en activo.
Y claro que la política afecta a los resultados de Eurovisión. Claro que Israel no hubiera quedado como ha quedado los últimos años de no haber un movimiento político de fondo. O la victoria de Ucrania de no haber un movimiento empático de la sociedad. Pero es el televoto el que marca esas diferencias: no hay “intereses políticos” como Melody insinúa tras los resultados; hay un contexto social que afecta a los mismos. A los de DOS países, ojo.
Su pésimo resultado en la tabla no es fruto de la política. Es fruto de una actuación que ella misma asumió que no era de su gusto y que la hubiese hecho de otra manera. ¿Por qué no asumir de una bendita vez que tampoco fue del gusto del resto de Europa, y que por política, lo mismo daba que ella quedara última que séptima?
Más allá, hay un punto que me fascina de su discurso que es el de que esto no es “un concurso de música”. Porque según ella, en un concurso de música, entonces, lo que tendrían que haber premiado es la base de dance genérica producida por alguien no elegido por el artista, que ni siquiera estaba muy de acuerdo con la producción en sí y una canción que se adaptó al español de un tema de un archivo sueco de descartes. Vamos, excelencia musical a tope.
Tampoco vamos a sorprendernos de que Melody se haya convertido en este tipo de artista con este speech: todos sabíamos que volvería de Eurovisión con a) un resultado nefasto y b) la excusa para dar entrevistas sobre el tema los próximos 25 años. No es la primera vez que vemos esta película.