27 de diciembre de 2013: Britney Spears arrancaba en Las Vegas un show estable que muchos calificaban de locura, nosotros incluidos. ¿Cómo iba una estrella del pop aún joven a encerrarse en una misma ciudad, sin promocionar su material, sin pasearlo por diferentes países y haciendo ver que era prácticamente una vieja gloria? Así, de primeras, sonaba a absoluto fiasco. Incluso la prensa se empeñó, en aquellos primeros momentos, en hacer ver que ‘Piece Of Me’ no funcionaba. Pero aquí estamos, cuatro años después de su estreno, hablando de que Britney cierra el show con unos números que desafían toda crítica de por entonces.
Echando la vista atrás, de hecho, y a pesar de haber “condenado” sus últimos trabajos a números bastante pobres, la idea de la residencia en Vegas no ha sido del todo mala: Britney Spears venía de firmar dos giras bastante mediocres, y la estabilidad en un mismo escenario podía volver a dotarla de cierta seguridad escénica que había perdido. Y sí es 2018 y Spears sigue sin ser la misma, pero al menos, se la ve feliz en el escenario y marca los pasos mejor que cuando el espectáculo arrancó. Pasito a pasito, que diría Luis Fonsi Feat. Daddy Yankee.
Veamos, a grandes rasgos, qué ha pasado en el universo Spears desde que ella estrenara ‘Piece Of Me’:
El evidente cambio físico
Si algo ha cambiado en estos últimos cuatro años, esa ha sido la propia Britney Spears. Abría su espectáculo con una peluca y, aunque notablemente más delgada y estilizada que en años anteriores, algo rellenita en comparación a su era dorada. Abriendo 2018, Britney Spears aparece, corporalmente, más estilizada que nunca, posiblemente en su mejor momento físico desde el lanzamiento de ‘My Prerogative’ hace ya 12 años.
Aunque se ha hecho unos no muy acertados arreglillos en la nariz y la boca, la verdad es que, bien arreglada, Britney está estupenda en la actualidad. Además, en sus redes sociales aparece notablemente más relajada, feliz y natural que antaño. Todo un logro.
La era ‘Britney Jean’ y ‘Pretty Girls’
El show en cuestión se estrenaba poco después del lanzamiento de ‘Britney Jean’, el disco que se vio condenado por la presencia inmovil de Spears en Las Vegas. Se había presentado como “su álbum más personal”, pero ni la crítica ni el público vieron destellos de ese previsible ‘Ray Of Light’ que se intúia en él antes de su publicación. Britney buscaba refugio en el EDM que daba sus últimos coletazos por entonces, y se estrellaba con un álbum sin demasiada chispa a pesar de lo icónico de su primer single: ‘Work Bitch’ no reventó las listas -incomprensiblemente-, pero hoy día ya es uno de los más reconocibles cortes de la cantante.
En 2015, dos años después de aquel álbum, Britney se unía a Iggy Azalea en un aún más fallido ‘Pretty Girls’: la mala fama de la rapera y el escasísimo encanto del dúo hizo que aquello pasara con más pena que gloria y Britney siguiera con una mala racha comercial sólo rota por el lleno del show.
Sus equívocos y dramas con la ropa
Si durante estos cuatro años algo hemos visto en Britney Spears es que ha ido convirtiéndose en mas Britney que nunca. Su ‘yo’ robótico de la era 2007-2012 dio paso a una cada vez más espontánea Britney que, a lo Carmen Sevilla, se convertía en noticia por sus cómicas pifias en el escenario. Aquella vez que se empeño en llamar Chilé a un muchacho llamado Dylan, aquella otra que llamó Tenasha a Tinashe -con quien acababa de grabar ‘Slumber Party’– o algunos de sus problemas con sostenes, zapatos o encaje han sido también marca de la casa de la nueva Britney.
https://www.youtube.com/watch?v=xBGb_BUZ3xU
La era ‘Glory’, el abrazo de la crítica
2016 le dio un respiro discográfico a Spears gracias a la buena acogida que ‘Glory’, su último álbum de estudio, tuvo entre la crítica. Muchos de los medios afirmaban que la voz de Spears se escuchaba más natural que en sus últimos trabajos, y que su comeback a un pop que bebía más de R&B que del EDM le había sentado bien. Algunos, como Slant Magazine, decían que era “su álbum más maduro”, Rolling Stone lo definía como un “agradecible comeback” y Entertainment Weekly afirmaba que “por fin Britney parecía pasárselo tan bien como su música anunciaba”.
El disco no se vendió bien, con apenas 250m unidades en Estados Unidos -cifras muy similares a las de ‘Britney Jean’-, pero lo cierto es que es, posiblemente, el mejor de sus trabajos -con permiso de los fans de ‘Blackout’- desde ‘In The Zone’, que se había puesto a la venta más de una década atrás.
Su regreso a los VMA
A Britney sólo le faltaba una cosa por lograr: firmar la pipa de la paz con una gala de los VMA que sirve como icono, ya clavado en el tiempo, de su debacle personal y artística. En la edición de 2007, Britney firmó la que permanece, posiblemente, como la peor actuación de la historia de una entrega de premios, y en 2016, casi una década después, Spears volvía para solucionar el entuerto y dejar una mejor actuación en un medley de ‘Make Me’ y ‘Me Myself And I’, junto a G-Eazy.
De acuerdo, no fue ni especialmente memorable ni especialmente buena -en ese sentido, se lució bastante más en la gala de los Billboard con un medley bastante más iconizable-, pero sirvió para que Britney Spears volviera a servir de gancho de unos VMA a los que debe mucho y que le deben, también, mucho a ella.
Y con todo, el enorme éxito del show
Cuatro años después de su estreno y ya con el telón bajado, las cifras de ‘Piece Of Me’ son rotundamente indiscutibles: en los 249 shows que Britney ha dado en Las Vegas, casi 900m espectadores se han pasado por su teatro, y la cantante ha conseguido recaudar más de 140 millones de dólares. De hecho, otra de las cosas que el show ha logrado es que la idea de una residencia en Las Vegas haya dejado de sonar antigua y sólo apta para viejas glorias: Lady Gaga acaba de anunciar su paso por la ciudad para el próximo año, por ejemplo: las residencias no son lo más current que se nos pase por la cabeza, pero Spears y ‘Piece Of Me’ les han restado bastante caspa.