Billie Eilish está que lo tira últimamente. Su primer EP, ‘Don’t Smile At Me’, se convirtió en uno de los éxitos silenciosos del pasado año, habiéndose colado en el #185 de Billboard en su lanzamiento original de 2017, pero escalando posiciones paulatinamente hasta llegar al #14 de este mismo enero, cuando tocaba techo gracias a su relanzamiento en formato físico. El trabajo acumula, ojo al dato, 1.348 millones de reproducciones sólo en Spotify, con su tema menos popular superando los 60 millones de escuchas.
Las cosas así, era lógico que lo de estar en las sombras se terminaría con su primer disco largo, ‘When We All Fall Asleep, Where Do We Go’, que peleará esta semana por conseguir firmar 250m unidades -unas 140m de ellas en ventas puras- que la lleven hasta el #1 de Billboard. Será, si las predicciones no fallan, el segundo estreno más potente de lo que va de año después del ‘Thank U, Next’ de Ariana Grande.
Y como hemos visto, es una de esas cantantes que desafían el habitual speech de «el concepto álbum está muerto»: en apenas dos días, el disco suma 776 millones de reproducciones, obviamente infladas por los singles, pero con el tema menos popular ya en 5 millones, unas cifras que más quisieran muchos para sus singles per se en un par de días.
El último tema lanzado desde el disco ha sido ‘Bad Guy’, en el que Billie Eilish se marca un Aitana War, pero no precisamente por no querer nada malo, no, no, no, sino porque ella se define como el «chico malo». El clip, bastante más interesante que el de su anterior ‘Bury A Friend’, un tanto pasado de rosca, la muestra rodeada de supuestos chicos malos y mucho colorín, sin que su lado tétrico se quede al margen.
Además del estreno del clip, la artista paseó su estética de Millennial Miércoles Addams por el plató de Jimmy Kimmel, rodeada de sábanas, colchones y susurros, hasta el punto de que si llevara un delantal, por esta descripción podría pasar por personaje de Almodóvar recreado por Penélope Cruz.
