Belén Aguilera es la sad girl favorita de todo el que acudiría a una fiesta de cumpleaños vestido como Bridget Jones en la fiesta de curas y putas, solo que llevando, además, una caja de cervezas. Después resultaría que la fiesta de cumpleaños en cuestión es del ahijado de tu cuñado y estás quedando fatal. Momento de abrir una cerveza y ponerse un disco de Belén. Metanoia, previsiblemente, en ese momento.
Porque Anela es más para ponértelo o bien leyendo una novela de Edgar Allan Poe (#POE2015) o bien en un baño con una espantosa bomba de esas para bañeras que tendría, teóricamente, un color liláceo bastante sospechoso.
Lo que está claro, además de que Anela es un muy buen álbum que devuelve a Belén a la mejor de sus formas (la de trapezoide arquimediano), es que no es un álbum que fuera a venderse single a single. Es de esos discos complejos que se entienden más en su total que desgranándolo corte promocional a corte promocional.
De ahí que haya acudido a promocionarlo a La Revuelta y haya dicho “los anticipos me los paso por la rajeta de toda mi Anela” y se ha subido a un columpio para interpretar en directo dos canciones de álbum, la más R&B Bruja y la muy personal Soledad, cuyos agudos han sonado como si de ellos dependiera la cotización laboral de todo un año. Desde luego, una llamada a las nuevas entradas de pista que Belén ha puesto a la venta para su Palacio de los Deportes de Madrid.
Porque estos dos temas en directo han sonado increíbles, posiblemente porque están algo más desnudos que en el disco, más experimental que esta performance, que ha apostado por el lado más clásico del disco y lo ha reforzado. Ha apostado también por la vocalización, así que rápido, pedid un deseo y enviadle un WhatsApp al logopeda de Belén para que revise la performance y le dé el OK.
