No es un asunto de religión, es un asunto de no creer en nada, ni en nadie. No es un asunto de forma de vida, es un asunto de querer doblegar a quien no entiende su obsesión por la muerte. Somos una sociedad diferente, pensamos diferente, actuamos diferente, y sí, repleta de errores que cometemos a diario y, muchas veces, somos incapaces de reconocer. Pero estamos por encima de ellos. Sí, estamos muy por encima de esa gentuza. Esa basura. Esos trozos de mierda que necesitan estallar porque, en el fondo, no tienen ninguna valía. Ya podían estallar en sus casas y dejarnos a los demás en paz si tanto les atormenta este mundo.
Y ojo, esto no es un mensaje racista, xenófobo o que inculpe a ninguna religión; porque allá de donde esa gente viene, nada de eso existe. Esa gente no tiene procedencia, no tiene religión, raza, ni el mínimo rastro de humanidad. Están creados por el odio, la ignorancia y la más absoluta falta de cerebro. Sí, este no es un mensaje racista, xenófono o que inculpe a ninguna religión; es un mensaje que los inculpa a ellos, directamente. Son escoria.
Este que escribe hoy una publicación que jamás quiso haber escrito, pasó su adolescencia escuchando música. En su mayoría música pop, sonidos de moda. Porque los hay que, durante la edad del pavo, necesitamos de un refugio de mensajes rápidos, contundentes, de autoestima, que nos den poder y nos hagan grandes. Para mí, y para mucha gente como yo, la música se convirtió en el escudo perfecto. Y sí, antes de abrir mis miras más allá del pop, crecí escuchando a Spice Girls, a TLC, a George Michael, Nsync, Destiny’s Child, Mariah Carey, Bryan Adams o Shania Twain. Y cada canción me hacía más fuerte, cada canción me protegía.
Por eso me parece que el daño definitivo es atacar durante esa protección. Imagino a Ariana Grande siendo el escudo de muchos adolescentes y niños que estaban anoche en su concierto de Manchester. Imagino sus caras como yo veía la mía, repletas de ilusión, adoración, pero sobre todo, repletas de un sentimiento de autoestima que la música aportaba cuando más lo necesitaban. Y lo hicieron estallar. Quisieron hacer caer todo eso. Lo destrozaron. En sólo unos minutos, la vida de la gente presente en aquel concierto se iba al traste, y para 20 de ellos, de forma definitiva. Pero los demás también se han quedado sin una herramienta esencial, el escudo ha caído.
Y por eso hoy, desde aquí, desde la rabia, me vais a permitir que no dejemos que eso ocurra. Seamos todos los que hemos vivido y superado duros momentos de nuestra vida gracias a esa gente que se sube al escenario los que volvamos a construir esos escudos para los chicos y chica del show de Ariana Grande. Seamos los que sigamos llenando estadios, arenas, teatros, para que los que estaban allí nos sigan y puedan seguir protegidos.
No vamos a dejar que esa gentuza nos arrebate algo tan importante. No vamos a permitir que el miedo deje a toda una generación sin la posibilidad de disfrutar de momentos como esos, sin la posibilidad de que la música sea algo esencial en su vida. No vamos a cambiarlo por el miedo y el sonido de las bombas, por mucho que se esfuercen.
El próximo concierto, sea de quien sea, que esté lleno hasta la bandera. Esa es nuestra forma de hacerlo explotar.