Pablo Alborán también está sufriendo el síndrome de Estrellita La Moderna, que es este síndrome que viven los cantantes de perfiles más CadenaDialeros históricamente. Un Alejandro Sanz, un Melendi, una India, una Vanesa… todo ellos siguen publicando las mismas canciones de antes, pero de pronto le meten un beat de bachatita, un autotune, invitan al rapero más rándom que tuvieran en su lista de contactos… todo por aquello de encajar un poco mejor en un mercado de streaming que les adelantó por la derecha.
Alborán lleva ya un tiempo tratando de salirse de los márgenes más estándar de su estilo melódico. Que es precisamente lo que le ha llevado a pasar de ser nueve veces Platino a conseguir uno y gracias. Y con suerte: que no está la industria para que uno desprecie un Platino. Pero Alborán se ha dejado a un porrón de señoras en el camino desde que es high fashion y colabora con María Becerra. Puede que empiece a ser un poco el Señor Burns con gorrito, pero todos sabemos que Los40 seguirán contando con él, con lo que no contaría es con una mujer que sea el Señor Burns con gorrito. Eso es impensable.
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Clickbait, el nuevo single de su nueva era, llega el miércoles 26 y, más allá del síndrome de Estrellita La Moderna, lo que Alborán se marca es un #AnaMenaPuta?. ¿Recordáis cuando Ana Mena, aún en busca de su peak de popularidad, se presentó en Los40 Messy Awards con una sudadera llena de hashtags con todo lo que, decía ella, se hablaba de ella? Pues esto va en la misma onda.
Pablo llega a contarnos que está cansado de lo que se habla de él, del propio Clickbait, de las fake news… justo en el momento en el que nadie está hablando de él desde hace años. Que no lo digo ni siquiera en plan shady: es que su popularidad está ya tan asentada que no es personaje de interés. Quiero decir, tampoco se está hablando de, pongamos, Antonio Orozco. Está ahí y ya.
Por tanto luce un poco como si saliera a la calle y desde su portal emitiera un comunicado diciendo: “por favor, os pido que no me sigáis ni grabéis mi casa, que tengo miedo” y frente a él estuviera paseando un perro que lo mira con desconfianza, y la señora del bazar de enfrente bajando la verja del local. Podría incluso escucharse el eco. Con una producción modernísima, eso sí.