Segunda semifinal de Benidorm concluida y se confirman los presagios: el nivel de este año no ha dado para más y la victoria de este espectáculo va a llevárselo, sea quién fuere, un esperpento. Eso sí, la segunda entrega del Benidorm Fest ajustó los errores de la del martes y subió el nivel, al menos, como programa de televisión: mucha más soltura y química entre las presentadoras, mucho más comentario fuera del tiesto y menos sketcheado y un ritmo más fluido que el martes, más allá de la velocidad habitual a la que acostumbra -a Dios gracias- la gala.
Sigo sin entender el sistema de anuncio de los pases a la final -cuando lo normal sería dar los cuatro nombres y punto final-, especialmente porque vuelven a tensionar al público presente contra el jurado (como ayer pudo verse con la eliminación de DeTeresa), sin necesidad real alguna y haciendo que resulte todo de un anticlimático tremendo. La votación se extiende minutos y minutos cuando el público ya ha visto que solo una de las cuatro plazas -por desempate- es la que está en duda. El resto de pases eran obvios; la tensión narrativa, nula.
Pero voy a poner el foco en el análisis de las cuatro propuestas que finalmente se jugarán la corona el sábado en la gran final. Veamos:
‘Esa Diva’, Melody
Por si no quedaba claro el hambre que Melody tiene por acudir a Eurovisión, la cantante ha montado una docena de Festivales completos en cuestión de tres minutos. Y no contenta con eso, ha dicho que para la final del sábado aún le quedan armas que sacar. Esa Diva es, igual que la canción, un derroched de clichés, estéticas y estrategias manidas y una cosa de sabor tan 2008 que uno llega a plantearse hasta que punto es Melody no consciente de lo caduco de su propuesta. Pero ahí también está la magia, ¿no? Ella lo da todo en el escenario, convencida de que tiene un bop tremendo entre manos, convencida de que esto va a ganar Eurovisión porque ¿quién se lo dice? Su coño.
Su coño y un buen puñado de desempleados que han hecho de esto el tema más competitivo del Festival por el momento. Que tampoco es decir mucho, claro. Desde aquí, muy a favor de que todo arda, Melody gane esto y Benidorm jamás levante cabeza a nivel de credibilidad. Han empleado cuatro años buscando la forma de hacerlo, pero por fin tienen la oportunidad dorada de conseguirlo entre manos.
Enhorabuena, supongo. Y enhorabuena al otro gran colectivo ganador: las drag queens, que tendrán catálogo de sobra los próximos años gracias a este Festival convertido en un concurso de reinas del carnaval.
‘Raggio Di Sole’, Mawot
El comité seleccionador tenía unas mil propuestas sobre la mesa, y en búsqueda de las dieciséis mejores -no lo digo yo, lo dice Rayden-, tenemos en el escenario a un señor vestido de secta alienígena cantando en italiano aunque su nexo con el país sea el mismo que Selena Gomez tiene con México. Uno casi accidental. Llegó incluso a mandar un beso a su hijo en italiano, mientras Inés Hernand dudaba de si el niño tenía herencia vecina. “No, no, no es medio italiano”, respondía él. Ah.
Mawot cantó muy bien, las cosas como son, pero esta propuesta tan Zucchero, tan Sergio Dalma el día que olvidó tomarse el litio, tan single de un UPA Dance en solitario después de que les dijeran que lo estaban petanto en el país de la bota, no había cómo sostenerlo con semejante staging.
La enésima muestra del concepto que se tiene de Eurovisión. No puede uno, simplemente, montarle a la canción una escenografía coherente y estéticamente gustosa; no. Tiene que salir vestido de Rappel en un triángulo de neón.
‘V.I.P.’, J KBello
El escenario del Beniform Fest este año tiene un sistema de luces espectácular. Pero J KBello optó por iluminar su actuación con un par de velas, una de esas lámparas con forma de gato que venden en Aliexpress y cambien de color al pulsarlas, y cuatro linternas de un Nokia de 2007. Así que todo quedó tan oscuro que, a su lado, el futuro de este Festival parece brillante.
Cualquiera que descubriera a J en Cover Night sabe que su capacidad vocal es bastante solvente, aunque anoche le costara encontrar el tono para ‘V.I.P.’ –Viene Isabel Pantoja, recordemos- y tuviera momentos en los que su cara reflejaba que los tonos se habían ido más de madre que el staging de DeTeresa.
V.I.P. depende absolutamente de él, porque igual que en ‘SloMo‘, no hay canción: solo hay intérprete. Y claro, entre el apagón y las dudas, a J KBello le faltó exprimir más de sí mismo para vender el pescao. Lo vendió lo suficiente como para pasar a la final, pero, sin cambios significativos, no vemos que su número de baile llegue a quitarle la corona al despiporre demodé de Melody.
‘I’m A Queen’, Mel Ömana
Mel Ömana tuvo, con diferencia, el mejor directo de la noche. De las dos, de hecho. Y a pesar del lastre del título del tema y de su paupérrimo empleo en el estribillo de la canción, posiblemente también una de los cortes más modernitos y comprensibles de este año. Le tocó abrir la gala y en apenas tres minutos, dejó claro que ella poco o nada tenía que ver con la primera semifinal.
Mel no se complicó: montón una coreografía efectista en el escenario, combinandose con los bailarines mientras se montaba su Nathy Peluso de andar por casa, y ejecutó si single mejor que nadie esa noche. Su pase a la final igual no era de los más previsibles, pero sí es de los más justificados.
¿La contra a todo este pro, que a estas alturas estaréis empezando a extrañaros? El vestuario, que de nuevo responde a expectativas eurovisivas que uno tiene. Por favor, quítense los disfraces todos y salga al escenario vestidos de artistas. ¿En qué momento le iba bien a este tema ese outfit de Maria Antonieta en una noche loca en Versalles?