Como no podía ser de otra manera, en el Benidorm Fest ha habido un puntito de drama, y eso que Televisión Española ha conseguido, por fin y tras años de espera, firmar una preselección a la altura del evento al que preceden. No han fallado los artistas, ni la gala, ni el ritmo, pero el jurado profesional allí presente se ha llevado una buena dosis de abucheos. ¿El motivo? Dejar a Tanxugueiras fuera de la final con sus votos, que sí pasaron a unas Azúcar Moreno con una actuación tremendamente discutible.
Guardaespaldas del buen gusto
El jurado profesional de una preselección debería servir para garantizar que las actuaciones de corte más meme, más de broma, que pudieran haber pasado filtros anteriores, no se coman a las de calidad durante la emisión. Al menos para compensar un poco, valorando los esfuerzos profesionales de danza, vocales o técnicos que el público podía haber pasado por alto. Pero es que este año ese paso no hacía falta, porque un jurado profesional ya se había encargado de la selección de las catorce -trece- canciones que finalmente veremos en el escenario. Es decir, que el filtro del jurado se pasó previamente, no hacía falta un nuevo colador.
Especialmente cuando las trece candidaturas tienen el respaldo del público en menor o mayor medida y especialmente cuando el jurado tampoco daba la impresión de estar valorando los aspectos más técnicos de cada una de ellas: de ser así, no cabe en la cabeza de nadie que Azúcar Moreno fueran su tercera actuación favorita de la primera semifinal. Tampoco se entendió en exceso para qué había dos jurados internacionales de cuerpo presente, cuando la selección de cada país debería estar en manos de cada país. Hoy día, ya sabemos lo que Europa entiende como “español”. Otro debate es si eso es lo que queremos enviar a Eurovisión.
¿Un jurado más extenso, quizás?
Otro de los problemas de esta primera edición del Benidorm Fest era que sólo 5 personas iban a decidir la mitad del resultado. Un resultado, además difícilmente compensable por el público, al no repartirse sus votos de forma porcentual sino total. Es decir, que por mucho que el 96% del público apoyara una candidatura, esta seguiría a sólo 5 puntos de la que ha obtenido, imaginemos, un 2,6% de los votos. Eso, de forma indirecta, da mucho más peso al voto del jurado, porque el público no puede compensar su resultado apoyando de forma masiva a otro tema diferente.
Una solución a esto podría pasar por crear un jurado mucho más extenso, que votara desde una sala contigua o incluso desde casa. Un jurado como el del propio público: demoscópico, de diferentes procedencias, edades y gustos -este ha tenido de diverso lo que la Alemania de 1941-, que tuviera que coincidir mucho más para premiar una de las candidaturas. E incluso así, nos seguiríamos inclinando más hacia el voto por porcentajes.
Eso sí, esto nos lleva a otra pregunta: si ya existe un jurado demoscópico por parte del público, y un jurado ha elegido los temas antes del Festival… ¿sigue realmente siendo necesario la presencia de “profesionales” en plató?
Cambios por mero interés televisivo
Más allá de los resultados y del quién voto qué, lo que está claro es que Benidorm Fest necesita revisar la forma de entregar los votos por mero interés televisivo. Con las actuaciones medidas a milímetro y ya cerradas y a dos días de la final, todos sabemos que Benidorm no lo ganarán Tanxugueiras, ni Varry Brava, por ejemplo. Porque el jurado los dejó muy lejos de Chanel. De modo que el sábado, repitiéndose la votación pero con más competencia, sería inviable que el público compensara los resultados de alguna manera.
Y todo esto lo sabemos porque el programa emitió cada cifra en pantalla durante la primera semifinal. Y sí, quedó todo muy transparente, pero le resta muchísima tensión a la final del sábado. Sería preferible comunicar qué cuatro candidaturas ha querido el jurado que pasen a la final, sin dar las cifras, y sólo emitir, si acaso, el total sumado del público y jurados. De esa forma, nadie sabría, hasta después de la final, quién prefería qué. Y se mantiene un poco la intriga para el público que está en casa.