Arranquemos este post diciendo que esto no es un ataque a Demi Lovato. Demi Lovato es una persona enferma, con un problema con las drogas que no debería tomarse a la ligera. Probablemente es una persona a la que el entorno en el que se mueve no le beneficia en absoluto, y seguramente estaría mucho más segura fuera del foco mediático, habiendo confirmado que no ha superado sus adicciones en los últimos tres años.
Lo ha hecho en un documental, ‘Dancing With The Devil’, que ya era excesivamente morboso, demasiado gráfico e incluso frívolo. Se equivoca en el tono y se excede en los detalles a la hora de tratar el tema, a diferencia del anterior documental de Demi Lovato en el que la cantante documentaba bastante mejor y con más espíritu didáctico, sus problemas de salud mental.
Ahora todo es el morbo por el morbo. El morbo por el stream, por la visualización, por la copia vendida. Y su equipo ha tocado techo con el vomitivo vídeo del primer single, ‘Dancing With The Devil’, que recrea, escena a escena, la noche de su sobredosis. El equipo de la artista es culpable porque, de haber sido idea de ella, estaba en sus manos pararla. Y si la idea ha sido de ellos, el asco ya es un sentimiento infinito.
Y la lástima, porque la narrativa brilli-brilli de aquella noche en el vídeo clip no aporta absolutamente nada a su caso. Ni ayuda a las personas con dependencia, ni al público a empatizar con la artista, ni a ella a superar el problema, porque no entendemos cómo revivir una historia de abuso de drogas y de abuso sexual -ojo, porque también se revive en el clip- puede ayudar a nadie habiendo pasado por ello hace tan poco.
Un drama real con un tratamiento de ficción. Un auténtico asco, de verdad. Una ‘Dancing With The Devil‘, la canción, que ya considerábamos un poco fría por su producción, pero que ahora nos ha puesto los pelos de punta por el motivo equivocado. Igual Demi debería escapar antes de la gente que la rodea que de todo aquello que consume.