Corría el año 2011 cuando Beyoncé volvía a la música con un nuevo álbum, tras tres años de silencio, y la premisa de un asesinato: el de Sasha Fierce, el alter ego que tres años atrás había dado a la artista un álbum dividido en dos repleto de hits y éxito internacional.
Con los estándares tan altos, el giro de Beyoncé y sus tres años de ausencia terminarían pasando factura al lanzamiento de ‘4’, que quedó muy muy lejos de resultar un flop a ojos de nadie, pero desde luego, relajó las cifras astronómicas a las que la diva venía acostumbradas. Pero la otrora líder de Destiny’s Child buscaba eso con su cuarto álbum.
Se tomó su tiempo grabándolo, contactando con todos los colaboradores que quería tener en el disco (Frank Ocean, Jeff Bashker, Kanye West, Babyface, Diane Warren…) y retocando el sonido del mismo para encontrar algo que lo cohesionara del todo. Cuando las sesiones de ‘4’ llegaron a su fin, Beyoncé tenía 72 temas para enviar a su sello discográfico. De entre esa colección, doce canciones pasarían el corte de la edición estándar, que sacudía lo que Beyoncé había sido hasta la fecha.
Bastante lejos del pop de su última era, Knowles recuperaba los sonidos funk, soul y disco de arreglos ochenteros, la instrumentación mucho más orgánica y un sabor a clásico. Un disco de corte atemporal que, ya por entonces, ella aseguraba ir a estar encantada de cantar “a los 40 o a los 60, incluso”.
‘4’ no funcionó como sus predecesores, pero abrió la puerta a la estrella histórica de la actualidad.
Es el arranque de la “nueva Beyoncé”
‘4’ supone el principio de la Beyoncé actual. Una artista más comprometida con el desarrollo de su sonido, con un contenido en letras más personal, con la experimentación y el jugueteo menos radiofriendly. De hecho, ‘4’ es el único disco de su carrera en no darle un single top10 en Billboard (‘Best Thing I Never Had’ fue #16, ‘Love On Top’ #20 y ‘Run The World’ #29). De hecho, el fiasco de su primer single pilló a muchos por sorpresa, pero es un ejemplo perfecto de aquello en lo que se transformaría Beyoncé: ‘Run The World’ es una de sus canciones más “sello” hoy día, pero por entonces, aquel sampleado bestia de Major Lazer, aquella estructura confusa y aquellos excesos en producción y esquema descolocaron al público generalista.
Años después, similares estrategias le han otorgado muchos mejores resultados (‘Formation’ fue #10 y la crítica la alabó absolutamente, por ejemplo), pero ‘4’ sentó las bases de lo que, casi una década después, Beyoncé estaba destinada a ser. Por cierto, ‘4’ es el disco en el que la cantante rompe lazos con Matthew Knowles, su padre. Él había controlado su carrera desde los inicios.
Prácticamente todo el disco podría haber sido single
Desde la era ‘B’Day’, Beyoncé ha sido muy dada a acompañar sus canciones -singles o no- con vídeos, y este disco continúo con la tendencia: casi la mitad del trabajo contó con su vídeo propio, y la verdad, el resto de temas bien podían haberlos tenido, porque es muy significativo que ‘4’ al completo tenga sabor a single. En discos posteriores, de hecho, y siendo piezas artísticas maravillosas, se ha perdido ese potencial de temas sueltos en favor del disco completo. Pero ‘4’ aún contaba con la ventaja de disfrutarse gajo a gajo.
‘Rather Die Young’ hubiera resultado tremendamente reconocible de haberse promocionado, casi todas las baladas del disco tenían unos estribillos dignos de ser tarareados con una buena tarrina de helado delante, y los ritmos africanos de ‘End Of Time’ pedían a gritos convertirse en himno. De hecho, ‘End Of Time’ -que aún hoy interpreta en sus tours- es el no-single más chocante de su discografía. Imaginamos que lo fallido de ‘Run The World’ afectó en su no elección, en favor de la más clasicona ‘Best Thing’.
Es el disco al que Beyoncé volverá
‘Lemonade’ y ‘Beyoncé’ son ya parte de la historia de la música contemporánea. El último, universalmente aclamado por la fantástica representación de la mujer en la cultura negra -entre otros detalles- y el segundo, por haber supuesto una auténtica revolución en el consumo musical, además de desprender una clase impactante.
Y sin embargo, aquí estamos, hablando de un disco más modesto, ‘4’, como el álbum al que Beyoncé volverá. ¿A qué nos referimos con esto? Pues a que los últimos años de la cantante han sido más experimentales, más de cara a convertirla en un, digamos, ‘icono’, en aportar un imaginario y un sonido que resulte representativo de lo que ella ha supuesto al mundo de la música. Y cuando la marca este totalmente dejada -intuimos que ocurrirá con un tercer disco del estilo de los dos últimos-, Beyoncé se relajará. Al fin y al cabo, este tipo de situaciones se dan también con el recorrido del resto de artistas, estar en la cresta de la creatividad es igualmente complicado y agotador.
Y cuando esa situación se dé, si es que se da como imaginamos, Beyoncé se refugiará de nuevo en los sonidos melosos de ‘4’, en las reminiscencias del R&B clásico, en los golpes funk más atemporales… en canciones que, si bien seguirán resultando ambiciosas, serán más sencillas y digeribles para un público que ya la ha visto ejercer de “creativa”. Es el disco al que volver cuando no quede nada por demostrar.