El nuevo single de Mark Ronson no está funcionando tan allá como su anterior ‘Nothing Breaks Like A Heart’, posiblemente porque el productor ha pasado de colaborar con una de las caras más esperadas del A-List a una de las más one hit wonder del circuito indie. Pero es ciertamente injusto, porque la colaboración de Ronson y Lykke Li tiene un punto muy gozable, entre lo elegante y el encanto del absurdo disco-pop de principios de los dosmiles. Otra cosa no, pero Ronson está demostrando ser un productor todoterreno.
En el vídeo de la canción, Lykke Li saca a pasear todos sus late night feelings, que son esos que tienen una vez hubiera acabado, en 2001, la hora de ‘Crónicas Marcianas’. Para el público más current, los que tienes cuando termina ‘La Resistencia’ y le estás dando vueltas al catálogo de Movistar porque te ha dado insomnio. En el caso de la artista, la situación se soluciona entre lo que Mónica Naranjo llamaría ‘laegaencia’ en ‘Europa’, y lo que cierta artista sobrada de oxígeno llamaría “una noche cualquiera” después de un concierto.
Lykke Li da vueltas por la habitación, se toma otra cosita hija que se le da muy bien, aparece en la bañera a apenas 20 segundos de marcarse un Whitney Houston, se pone la peor de sus pelucas sobradamente marcándose un Whitney Houston, y aparece, por sorpresa, cantando junto a Mark Ronson en la televisión que estaba viendo. La magia de la televisión. Todo con un aspecto de recién salida de un vídeo de Raffaella Carrá claro, con su camisón con transparencias, su peluca de media melena y casi dejando a la vista su ‘5353456’ mientras se contonea por el suelo con ‘Late Night Feelings’.
Al final va a resultar que para hacer bien el amor hay que ir al norte, y la italiana no tenía ni puñetera idea.